ALFONSO REYES — Obras

Ihering Guedes Alcoforado
80 min readNov 18, 2021

FONTE: https://www.alfonsoreyes.org/

ÍNDICE

I. LA EMPRESA DE SU GENERACIÓN LITERARIA

  • EL INVESTIGADOR Y EL DIPLOMÁTICO
  • LOS AÑOS DE LA COSECHA
  • LAS GRANDES DIRECCIONES DE SU OBRA
  • LÍRICA E IMAGINACIÓN
  • LOS CAMINOS DEL ENSAYISTA
  • EL TEÓRICO DE LA LITERATURA
  • LA DOCTRINA AMERICANA
  • ESTILO Y ESPÍRITU
  • EL MEXICANO UNIVERSAL

II. LOS CICLOS EN SU OBRA

  • LA OBRA DE MEDIO SIGLO
  • LOS AÑOS DE APRENDIZAJE
  • LA DÉCADA MADRILEÑA DE 1914 A 1924
  • LOS AÑOS MUNDANOS DE 1924 A 1938
  • EL PERIODO DE MADUREZ: 1939–1950
  • LA COSECHA FINAL: 1951–1959

III ESCOLIOS

  • BALANCE
  • LA FORMACIÓN DE UN ESCRITOR
  • DE CÓMO ALFONSO REYES CONQUISTÓ MADRID
  • LOS CACIQUES CULTURALES
  • LA OBSERVACIÓN DE SÍ MISMO
  • LOS ROSTROS ALECCIONADORES
  • CURIOSIDADES MENUDAS
  • DOS PÁGINAS MEMORABLES
  • EL LICENCIOSO
  • DON BERNARDO
  • LA “ORACIÓN DEL 9 DE FEBRERO”
  • SOBRE VARGAS VILA
  • CARICIA AJENA
  • CULTO A MALLARMÉ
  • PLURALIDAD DE SUS TONOS
  • GOETHE Y REYES
  • ABRIR NUESTRAS PUERTAS INTERIORES
  • TODO LO ORDENABA SU CLARIDAD

IV. BIBLIOGRAFÍA

  • I. Verso
  • II. Crítica, ensayos y memorias
  • III. Novelística
  • IV. Obras póstumas
  • V. Archivo de Alfonso Reyes
  • VI.- PRÓLOGOS Y EDICIONES COMENTADAS
  • VII.- TRADUCCIONES
  • VIII.- OBRAS COMPLETAS DE ALFONSO REYES
  • IX.- EPISTOLARIOS
  • X.- ANTOLOGÍAS
  • XI.- HOMENAJES
  • XII. LIBROS SOBRE ALFONSO REYES
  • XIII.- DISCOS

I. LA EMPRESA DE SU GENERACIÓN LITERARIA

Fue Alfonso Reyes el benjamín de aquella notable generación de escritores que formó hacia 1910 el Ateneo de la Juventud y que, al emprender una revolución intelectual paralela a la política y social que por entonces se iniciaba, fundaría las bases de la cultura contemporánea de México. Antonio Caso y Pedro Henríquez Ureña eran los maestros de aquel grupo excepcional: Enrique González Martínez y Luis G. Urbina, los “hermanos mayores”, y junto a ellos se convertían en maestros José Vasconcelos, Alfonso Reyes, Julio Torri, Martín Luis Guzmán, Carlos González Peña, Alfonso Cravioto, Jesús T. Acevedo, Alejandro Quijano, Genaro Fernández Mac Gregor, Luis Castillo Ledón y Ricardo Gómez Robelo.

El mismo Reyes ha reseñado las principales fases de aquel movimiento renovador de ideas. La primera campaña, todavía en el ámbito estético del Modernismo, fue en la publicación, en 1906, de Savia Moderna . En el mismo año, se efectúa la exposición de pintura organizada por esa revista y animada por el Dr. Atl, recién llegado de Europa, en la que se daría a conocer Diego Rivera. “Por 1907 -cuenta Alfonso Reyes-, un oscuro aficionado quiso resucitar la Revista Azul de Gutiérrez Nájera, para atacar precisamente las libertades de la poesía que proceden de Gutiérrez Nájera. No lo consentimos. El reto era franco y lo aceptamos. Alcanzamos por las calles la bandera de arte libre. Trajimos bandas de música. Congregamos en la Alameda a la gente universitaria; los estudiantes acudieron en masa. Se dijeron versos y arengas en el kiosco público. Por la noche, en una velada, Urueta nos prestó sus mejores dardos y nos llamó ‘buenos hijos de Grecia’. La Revista Azul pudo continuar su sueño inviolado. No nos dejamos arrebatar la enseña, y la gente aprendió a respetarnos” 2.

Suspendida la publicación de Savia Moderna, la actividad continuó ahora a través de una Sociedad de Conferencias. “El primer ciclo se dio en el Casino de Santa María. En cada sesión había un conferenciante y un poeta. Así fue extendiéndose -recuerda Alfonso Reyes nuestra acción por los barrios burgueses. Hubo de todo: metafísica y educación, pintura poesía. El éxito fue franco”. 3 La afición a Grecia -sigue narrando Reyes era común, si no a todo el grupo, a sus directores. Poco después, alentados por el éxito, proyectábamos un ciclo de conferencias sobre temas helénicos. Fue entonces cuando, en el taller de Acevedo, sucedió cierta memorable lectura del Banquete de Platón en que cada uno llevaba un personaje del diálogo, lectura cuyo recuerdo es para nosotros todo un símbolo. El proyecto de estas conferencias no pasó de proyecto, pero la preparación tuvo influencia cierta en la tendencia humanística del grupo”. 4 En 1908, ante los ataques de los conservadores, se honró la memoria de Barreda y se dio expresión a una nueva conciencia política, ya emancipada del régimen dictatorial. Tras de un segundo ciclo de conferencias en el Conservatorio Nacional, vienen, en 1909, las memorables conferencias de Antonio Caso que liquidan la vigencia del Positivismo, doctrina oficial del porfiriato, y abren nuevos horizontes filosóficos.

A fines del mismo año se funda el Ateneo de la Juventud, concreción definitiva del grupo, que sesiona quincenalmente durante varios años en la Escuela de Derecho. Sus actividades públicas más importantes continúan siendo las conferencias y en ellas predomina la preocupación por la valoración crítica de la cultura mexicana e hispanoamericana. Son particularmente significativas a este respecto las que organiza el propio Ateneo de la Juventud en 1910, en la Escuela de Derecho: “La filosofía moral de don Eugenio M. de Hostos”, por Antonio Caso; “Los ‘Poemas rústicos’ de Manuel José Othón”, por Alfonso Reyes; “La obra de José Enrique Rodó”, por Pedro Henríquez Ureña; “El Pensador Mexicano y su tiempo”, por Carlos González Peña; “Sor Juana Inés de la Cruz”, por José Escofet, y “Don Gabino Barreda y las ideas contemporáneas”, por José Vasconcelos. Años más tarde, Francisco Gamoneda promueve, en la Librería General, una nueva serie de conferencias: “Don Juan Ruiz de Alarcón”, por Pedro Henríquez Ureña; “La literatura mexicana”, por Jesús G. Urbina; “Música popular mexicana”,por Manuel M. Ponce; “La novela mexicana”, por Jesús T. Acevedo. Dentro del mismo impulso intelectual puede comprenderse un ensayo de Alfonso Reyes publicado por estos años, “El paisaje en la poesía mexicana del siglo XIX” (1910).

En el mismo año del centenario de la Independencia, Justo Sierra funda la nueva Universidad Nacional y organiza, dentro de ella. la Escuela de Altos Estudios. En su magno discurso de inauguración, el maestro Sierra fija no sólo la empresa que toca a aquella institución sino la empresa cultural del México que entonces nace. Ya iniciada la Revolución, todavía se mantiene por algunos años la actividad de los ateneístas a pesar de que su dispersión se ha iniciado. Caso comienza sus brillantes cursos filosóficos en la Universidad; González Martínez, Henríquez Ureña y Reyes enseñan literatura en la Escuela de Altos Estudios, y en 1912 los que aún quedan en México, y nuevos aliados, fundan la Universidad Popular, “Escuadra volante que iba a buscar al pueblo en sus talleres y en sus centros, para llevar a quienes no podían costearse estudios superiores ni tenían tiempo de concurrir a las escuelas, aquellos conocimientos ya indispensables que no cabían, sin embargo en los programas de las primarias” 5. El escudo de la Universidad Popular, cuya obra duraría diez años, tenía por lema una frase de Justo Sierra : “La Ciencia protege a la Patria”.

El mensaje espiritual y el nuevo ideario que fueron postulados por los escritores que se agruparon en el Ateneo de la Juventud contenían, como habrá podido advertirse, un amplio repertorio de intereses destacados y un firme propósito moral. Aquellos focos de atención pueden concentrarse como sigue: conocimiento y estudio de la cultura mexicana, en primer término; las letras clásicas; las grandes figuras literarias españolas de las Siglos de Oro; las letras inglesas y francesas antiguas y modernas y las nuevas direcciones del pensamiento filosófico. Al mismo tiempo, los ateneístas renovaban sus principios y sus técnicas críticas para el examen de las obras literarias y filosóficas; buscaban un reconocimiento del pensamiento universal que podía mostrarnos la propia medida y calidad de nuestro espíritu, y aspiraban a la integración de la disciplina cultivada en el cuadro general de las disciplinas del espíritu. Su propósito moral, que acaso no necesitó enunciarse, fue el de emprender toda labor cultural con una austeridad que pudo haber faltado en la generación inmediata anterior. Los nuevos escritores no se confiaron ya a las virtudes naturales de su genio ni se entregaron, seguros de su gloria, a los placeres de la bohemia; percatados, por el contrario, de la amplitud de la tarea que se habían impuesto, conscientes de sus deberes cívicos tanto como de su responsabilidad humana, alentados por los ejemplos venerables de heroísmo moral e intelectual con que se nutrían en aquellas lecturas colectivas cuyo ejemplo perdura, los ateneístas mudaron radicalmente los ideales de su vida de sus predecesores por otros, si menos brillantes, más fértiles para su formación intelectual.

Al preguntarse cuál sería el espíritu distintivo del grupo, Henríquez Ureña contestaba que sin duda era el filosófico, y así puede confirmarlo la condición esencial de las obras de los más conspicuos ateneístas: Caso, Vasconcelos, Reyes. En ocasiones, como la obra del maestro Caso, ésta es exclusivamente filosófica. En las de Vasconcelos y Reyes, se unen las proyecciones filosóficas y aun científicas con las literarias, y en las de todos los demás ateneístas puede apreciarse siempre, junto a la obra de creación, la huella humanista, intelectual y crítica que caracteriza al grupo.

EL INVESTIGADOR Y EL DIPLOMÁTICO

Tal fue la formación intelectual de Alfonso Reyes, que, benjamín de su generación (había nacido en Monterrey, Nuevo León, el 17 de mayo de 1889), llegaría a convertirse en el representante más característico de sus virtudes e intereses culturales. Porque si otros ateneístas, como Vasconcelos, Guzmán o González Peña tienen en sus obras proyecciones que escapan o contradicen las del Ateneo, Reyes, en las varias etapas de su larga y admirable obra habría de llevar al máximo de sus posibilidades y a su mayor esplendor el espíritu del Ateneo.

Tras de estos decisivos años ateneístas, Alfonso Reyes sale a Europa. Luego de desempeñar un puesto diplomático en Francia, va a España donde permanecerá de 1914 a 1924, en uno de los periodos más intensos y fructíferos de su vida y de su obra. Allí ocupará de nuevo cargos diplomáticos, pero, al mismo tiempo, cumplirá una nueva etapa de su formación literaria: su adiestramiento como investigador filológico en el Centro de Estudios Históricos de Madrid, dirigido por don Ramón Menéndez Pidal. Sus compañeros son maestros luego ilustres: Américo Castro, Tomás Navarro Tomás, Federico de Onís, Antonio G. Solalinde. Escribe entonces algunas de sus obras más notables: Visión de Anáhuac (1917),Simpatías y diferencias (1921–1926) e Ifigenia cruel (1924), hace también periodismo: es uno de los redactores del periódico Fitología Española. Ha conquistado ya una técnica un espíritu de investigador que darán a sus obras un rigor y una solidez que permanecerán, aun invisibles, si las disimulan todas las gracias de su ingenio.

En los años siguientes, afirma su sentido universal con nuevos viajes, ahora, como ministro plenipotenciario y luego como embajador, y largas permanencias, otra vez en Francia y en España, y en la Argentina y Brasil, en Uruguay y en Chile, países que dejarán huella en su obra y en los que él dejará también un testimonio permanente.

LOS AÑOS DE LA COSECHA

A principios de 1939, regresa definitivamente a México para emprender la opulenta cosecha que, aunque no había dejado de dar frutos en los años de viajero, ahora, de nuevo en su patria y asentado definitivamente el hermoso templo de su trabajo -su rica biblioteca y sus archivos-, multiplicará un ritmo que había sido siempre generoso. Aquí organiza y preside La Casa de España que luego se transforma en el Colegio de México. Preside desde 1957 hasta su muerte la Academia Mexicana de la Lengua y es miembro fundador de El Colegio Nacional. Enseña literatura y explica temas humanistas. Universidades le otorgan los máximos honores académicos e instituciones culturales de Europa y América solicitan para él el Premio Nobel. En 1955, al cumplirse cincuenta años de su carrera literaria, se comienza la publicación de sus Obras completas. La plenitud de su obra y la constancia de su vocación intelectual le dieron un título que nadie pudo disputarle, el de nuestro más distinguido hombre de letras. Pleno trabajo, la muerte, que tan insistentemente se le había anunciado, rindió su exhausto corazón la mañana del 27 se diciembre de 1959, y fue sepultado en la Rotonda de los Hombres Ilustres.

LAS GRANDES DIRECCIONES DE SU OBRA

Ya en los principios literarios de Alfonso Reyes, en aquellas celebradas y juveniles Cuestiones estéticas (1911), pueden descubrirse los gérmenes de las grandes direcciones que seguirá su monumental obra posterior: la cultura clásica, la investigación teórica de la literatura, las letras españolas, francesas, inglesas y mexicanas, la fantasía y el ensayo, Goethe y Mallarmé, aficiones que frecuentará y desarrollará en sus libros siguientes, tienen en aquél de su juventud un afortunado nacimiento. Como entonces se anunciaba, ensayista habrá de ser primordialmente Alfonso Reyes, aunque haya quien lo considere (en atención a su hermosa obra lírica) ante todo poeta, y cultive también la prosa narrativa y el drama. Alerta su curiosidad hacia todos los rumbos, atento siempre a las manifestaciones del espíritu allí donde surjan, conquistador y propagador de las tradiciones fundamentales de la cultura, universal y enciclopédico, maestro en todos los registros de la pluma, Alfonso Reyes realizará en México el más cumplido ejemplo del hombre de letras.

LÍRICA E IMAGINACIÓN

Cabal hombre de letras, Alfonso Reyes adorna los prestigios de su pluma con una poesía que, aunque cultivada junto a muchas otras disciplinas, las ilumina a todas y posee una calidad y significación tan considerable como el resto de su obra. En la historia de las letras mexicanas, el lugar de su obra poética no puede limitarse exclusivamente dentro de la generación ateneísta, cuya afición lírica fue secundaria. Huellas (1922), el primer libro de versos de Reyes, aparece ya lejos de los días del Ateneo, aunque incluya composiciones fechadas entre 1906 y 1919; y, por otra parte, el carácter de la poesía de aquel libro y de todos los posteriores, rebasará la estética de los años iniciales del siglo para venir a enlazarse con la más reciente. En pocas obras poéticas nuestras se ostenta tan exquisita y cultivada sensibilidad como en la de Alfonso Reyes. Nada ocurre en ella por acaso, aunque todo surja como una canción libre y fluida que reúne con acierto único los polos de lo hermético y lo popular. Pero acontece que su lírica no sólo está educada en Góngora y Mallarmé sino en toda la poesía del mundo, y por ello puede ser, cuando quiere, popular, pero popular fincada en las más finas raíces tradicionales y buida de los más sutiles refinamientos. Su poesía es la de quien ha frecuentado mucha vida y mucha literatura y ha aprendido a reservar lo más puro, fugitivo, estremecedor y delicioso para esa comunicación de lo inefable. Más, al mismo tiempo, y como una nueva prenda de la universalidad de su espíritu, sabe también pulsar como un maestro las demás cuerdas de la lira. Su certero gusto le permite servirse confiadamente de lo pintoresco, lo anecdótico o lo coloquial, por ejemplo -registros ausentes en la mayoría de las obras de nuestros poetas-, y que él aprovecha con una sabiduría que le hace conocer aquello que sigue y seguirá siendo poesía por encima de las modas actuales, con exceso restringidas en sus temas y formas.

Pero es por igual afortunado en los versos de circunstancias de Cortesía (1948) que en aquellos que guardan la nostalgia de su tierra o el aroma sentimental de sus viajes; y en los divertimientos literarios lo mismo que en las evocaciones de temas clásicos, hay en su poesía una veta de hermosura singularmente feliz: la que deja fluir la música íntima de su melancolía en romances que han llegado a crear, dentro de la forma tradicional, un género nuevo, de interiorizada y sutil melancolía.

Sitio destacado en su vasta obra tiene Ifigenia cruel (1924), el hermoso poema dramático, que junto a su valor teatral y a su importancia como recreación del mito heleno, sobresale por su poderoso lirismo y por cuanto nos ayuda a la comprensión psicológica de su autor. Sublimando en el molde de la antigua leyenda su propia aventura, Reyes acertó a realizar una de sus obras de más perdurable y profunda emoción poética.

En los volúmenes titulados Verdad y mentira (1950) y Quince presencias (1955) reunió Alfonso Reyes la mayor parte de sus escritos narrativos o de fantasía, desde los de El plano oblicuo(1929) hasta Los siete sobre Deva (1942), pasando por La casa del grillo, El testimonio de Juan Peña, “Pasión y muerte de Doña Engracandinha”, “Fábula de la muchacha y la elefanta” y otros relatos sueltos, algunos de ellos publicados aquí por primera vez. Estos cuentos, diálogos y narraciones tienen una condición especial dentro del género de ficción. Se apartan por lo general de la prosa narrativa pura -traslúcida, que sólo quiere servir de invisible puente para trasladar al lector al mundo y a los hechos que cuentan-, para entregarse, en cambio, a los atractivos de la imaginación, al deleite mismo del narrar y al juego de la prosa. Su autor no oculta su condición esencial de poeta y ensayista para quien las palabras son tanto significativas y significantes como también magia y música. Acaso por ello las ficciones de Alfonso Reyes parezcan más aptas para crear situaciones y climas, cargados de alusiones y de sutiles observaciones, cargadas de humanidad y de sentido novelesco, que no para conducir una narración, con lo que dejan de ser en verdad “cuentos”, por el otro extremo del género. Pudiera, pues, decirse de estos cuentos y narraciones que, en su mayor y más representativa porción, son ensayos y fantasías acerca de situaciones, climas y personajes novelescos. Y en ello mismo reside su encanto: en lo personal y sugestivo de su perspectiva y de su textura, en el rico y ondulante juego del ingenio de su autor, y en su humor, su gracia y su hondura, siempre tan discretamente distribuidos.

LOS CAMINOS DEL ENSAYISTA

Con sólo los ensayos de Alfonso Reyes pudiera integrarse una antología que mostrara la mayor parte de los abundantes tipos y formas que suele adoptar el género. Y si prefiriera formar un inventario de sus temas, advertiríanse las múltiples direcciones que siguen los ensayos de Alfonso Reyes: divagaciones puras, crítica literaria, temas humanistas, teoría literaria, meditaciones americanas y asuntos misceláneos. Formas y temas varios han ido alternándose y conjugándose en su obra con una distribución que recuerda la de una vida bien ordenada, planeada por un hombre sensato. Meditaciones sobre nuestro destino mexicano y americano y juegos poéticos; austeras reflexiones sobre el fenómeno literario y las fantasías en donde toda curiosidad tiene cabida; la antigüedad clásica traída hasta nuestras actuales preocupaciones y llamadas de atención hacia lo más destacado de la modernidad, y aun la gracia y la malicia, dejando un rastro amable entre la sequedad de las investigaciones, o una lección moral y filosófica en aquellos divertimentos que parecen pura frivolidad. Elástica juventud de Alfonso Reyes, tal la de un pensador que sabe a la vez practicar una gallardía de los deportes y nos desdeña, a su tiempo, entregarse a la pura delicia de lo intrascendente. Quizás él no suscribiera del todo aquella afirmación -no vacía de petulancia de Ortega y Gasset, que pretendía que el pensador había de abstenerse de tosa participación en la vida misma, para situarse sólo en puro espectador de su movimiento, o lo que en más llano castellano suele llamarse “ver los toros desde la barrera”. Ortega asistía de mala gana al golf y especulaba desde su palco: Reyes prefirió jugarlo, como prefirió también jugar la vida, aunque luego se escondería en su taller para apuntar sus meditaciones. Y aun en su retiro, no impidió que a su obra llegasen los rastros del bullicio, el aroma mismo de la vida. Había descubierto en ellos una gracia única, una frescura que se enseño a usufructuar con maliciosa sabiduría.

Ordenándolos en atención a sus formas literarias, antes que por sus temas, los ensayos de Alfonso Reyes pueden repartirse en varios grupos que gradualmente van descendiendo de la creación literaria pura a la circunstancialidad periodística.

1.- Ensayo como género de creación literaria. Es aquella forma más noble e ilustre del ensayo, a la vez invención, teoría y poema. Se inicia, dentro de la obra de Reyes, con uno de sus escritos más felices, la Visión de Anáhuac (1917), síntesis de perfecta hermosura sobre el origen, el destino y la misión de México. Junto a él pueden situarse otros ensayos de esta misma naturaleza, como “Palinodia del polvo” (1949), en cierta manera complemento y respuesta de la Visión de Anáhuac, y Por mayo era, por mayo (1940) sobre el tema eterno de la flor.

2.- Ensayo breve, poemático. Casi de la misma índole que el anterior, aunque más breve y menos ceñido, a la manera de apuntes líricos, filosóficos o de simple observación curiosa. Lo representan algunos de los libros de lectura más placentera y vivaz que ha escrito Alfonso Reyes: Cartones de Madrid (1917), Calendario(1924) y Tren de ondas(1932), además de muchos otros ensayos semejantes que andan dispersos en sus libros.

3.- Ensayos de fantasía, ingenio o divagación. En ellos despliega Reyes, a la manera inglesa, la frescura de su gracia e ingenio, su extremada habilidad y su virtuosismo literarios. Algunos de estos ensayos forman las encantadoras y doctas Memorias de cocina y bodega (1953), y otros los ha reunido en Ancorajes (1951) -”La casta del can”, “breve vista a los infiernos”-, y en el precioso libro Árbol de pólvora (1953), y otros que publicaron en la revista Letras de México -”Al diablo con la homonimia” e “Historia natural das Laranjeiras”-. Constituyen un género ensayístico muy personal de Alfonso Reyes y en el que no admite comparación. Y si él es un maestro consumado en los temas doctos, nunca se le siente más sí mismo y más complacido que en estos juegos de fantasía e ingenio y en aquellos romances de íntima melancolía, aludidos más arriba. Éste es para mí, si no precisamente el mejor Alfonso Reyes, sí el de vibración más intensa y entrañable, y el que conserva y trasciende más puro el aroma y el don de si inteligencia.

4.- Ensayo-discurso u oración (doctrinario). Forma intermedia entre la oratoria del discurso y la disertación académica, queda en ellos la expresión de su mensaje cultural de maestro. Los ha consagrado principalmente a sus meditaciones americanas y, en general, a proponer rumbos en asuntos fundamentales de cultura. Su elegancia es a la vez clásica y moderna, y pese al rigor intelectual que los ordena, no carecen de esos relieves de gracia y expresión directa característicos de su estilo. Recordemos el hermoso “Discurso por Virgilio” (1931) y los ensayos recogidos en Tentativas y orientaciones (1944).

5.- Ensayo interpretativo. Es la forma más común del ensayo, tratamiento breve de una materia que contiene una interpretación original. Sus temas, dentro de la obra de Alfonso Reyes, son principalmente literarios y algunas veces históricos y humanísticos. Literarios como en Retratos reales e imaginarios (1920), Tránsito de Amado Nervo (1937), Mallarmé entre nosotros (1938) y Grata compañía (1948). De historia americana como en Última Tule (1942), uno de los libros fundamentales de Alfonso Reyes. De temas humanísticos como en Junta de sombras (1949) y Estudios helénicos (1957), evocaciones y estampas clásicas de noble belleza, y cuya erudición se ofrece en imágenes vivas y actuales. La caída (1933) toca un tema de crítica de arte. Idea política de Goethe (1937),Trayectoria de Goethe (1954) y otros sobre el mismo tema, aún dispersos, son ensayos dedicados a examinar aspectos capitales de la personalidad y la obra del genio alemán, con cuyo espíritu en más de un aspecto se emparenta el de Alfonso Reyes.

6.- Ensayo teórico. Un matiz lo diferencia del ensayo interpretativo, pues mientras las proposiciones de aquél discurren más libremente y se ocupan por lo general de personalidades literarias o acontecimientos históricos, las de éste , más ceñidas, transitan por el campo puro de los conceptos. Representan este tipo ensayístico las agudas divagaciones de El suicida (1917), A vuelta de correo (1932), paginas poco divulgadas de Alfonso Reyes (luego recogidas y ampliadas en La X en la frente, 1952) en las que consigna sus ideas fundamentales sobre el “nacionalismo” que periódicamente exalta nuestras letras; y dos volúmenes de teoría: La experiencia literaria (1945) que expone el método histórico de la crítica y analiza las relaciones que tienen la vida y los estímulos -exteriores e interiores con la recreación literaria.

7.- Ensayo de crítica literaria. Ha sido otro de los intereses de Alfonso Reyes, constantes a lo largo de su obra. Pero de acuerdo con el público a que va dirigida y con la intención del autor, su crítica literaria tiene, a su vez, varias especies o grados que pueden agruparse en orden decreciente de rigor técnico como sigue: 1. Erudito. Lo representan dos libros escritos en la época de sus investigaciones en el Centro de Estudios Históricos de Madrid, cuestiones gongorinas (1927), prolongación y desarrollo de aquel precursor y notable ensayo “Sobre la estética de Góngora” (1910) que parece en Cuestiones estéticas -y que es de los primeros, si no el primero, que estudia la poesía del cordobés con la simpatía, perspectiva y comprensión modernas-, que recoge precisiones y exégesis fundamentales, y Entre libros (1948) donde se coleccionan reseñas de tipo erudito publicadas en su mayor parte en la Revista de Filología Española. 2. De exposición histórica. Principia, desde los orígenes literarios de Alfonso Reyes, con un estudio notable no sólo por haber sido escrito cuando su autor contaba veintiún años sino también por su elegancia y su claro juicio, El paisaje en la poesía mexicana del siglo XIX (1910). Continúan este tipo de crítica histórica estudios tan destacados, por su amenidad, erudición y sentido de la síntesis, como la de dos series de Capítulos de literatura española (1939 y1945) y un volumen cuya importancia en nuestra historia literaria parece no haber sido advertido del todo, Letras de la Nueva España (1948), que ofrece no sólo el mejor y más lúcido panorama hasta hoy existente sobre nuestra literatura colonial sino que entrega, además, una exposición llena de interpretaciones originales y fecundas acerca de la literatura prehispánica. 3. De interpretación. Es la crítica que, al apartarse del rigor erudito y científico, vuelve a encontrar la libertad del ensayo. iníciase también con uno de los primeros trabajos de Reyes, “Los poemas rústicos” de Manuel José Othón (1910), que sigue siendo de los estudios fundamentales acerca del poeta. Junto a él, viene aquel gran libro primero de Alfonso Reyes, Cuestiones estéticas (1911) que, además de textos de crítica de esta índole, titulados Opiniones,contiene, en su segunda parte y a la manera ensayista de Wilde, unas Intenciones. Dentro de esta misma línea de juegos libres de la imaginación y del ingenio sobre estímulos casi siempre literarios se encuentra la admirada y sugestiva serie de Simpatías y diferencias (1921–1926) y su prolongación en El cazador (1921), libros a los que deben sumarse, además de muchos otros ensayos de crítica literaria interpretativa dispersos, uno de sabroso contenido que trata De un autor censurado en el Quijote”: Antonio de Torquemada (1948).

8.- Ensayo expositivo. Es el fruto del admirable sentido que para la síntesis y las exposiciones tuvo Alfonso Reyes. Muchos ensayos de esta especie andan por todos sus libros, y aun puede añadirse que casi no hay materia fundamental de cultura que no haya sido expuesta y resumida magistralmente por su pluma. En forma aislada, corren el “Panorama del Brasil” (1945), el “Panorama de la religión griega”(1948)y La filosofía helenista (1959), y en el volumen que lleva el título Sirtes (1949) hay algunos
superiores: sobre la Atlántida, la prehistoria, Segismundo, la semántica y el sistema histórico de Toynbee.

9.- Ensayo crónica o memorias. Aunque no llegó a concluir la narración de sus memorias, Reyes las inició en un libro conmovedor y valiente, Parentalia (1958), y en su continuación póstuma, Albores (1960), y puso de su historia intelectual, desde sus principios hasta 1925, en su interesante “Historia documental de mis libros” (1955–1959). Además, en otros libros suyos quedan preciosos testimonios acerca de sus propias experiencias, ya en forma lírica como en Las vísperas de España (1937), o bien con una perspectiva más cercana a la crónica, como en Aquellos días (1938) y en Pasado inmediato (1941)que narra, este último, y por lo cual es un documento importante para nuestra historia literaria, la empresa cultural de la generación del Ateneo a que perteneció el mismo Reyes.

10.- Ensayo breve, periodístico y de circunstancia. Es el registro más leve y pasajero de todas aquellas incitaciones, temas, opiniones y hechos que percibe un espíritu como el de Alfonso Reyes, que vivía en su totalidad la vida de la cultura. Lo grande, lo pequeño y lo mínimo, consignado al paso, mas siempre con una brizna de su ingenio y su sabiduría, si no con un vislumbre revelador. Lo juntan Norte y sur (1945), Los trabajos y los días (1946), A lápiz (1947) y De viva voz (1949), las tres series de Marginalia (1952, 1954 y 1959) y los doscientos de Las burlas veras (1957–1959), hermosos títulos nunca injustos para su contenido.

11.- Tratados. Finalmente, aquellos de sus libros que superan la falta de compromiso del ensayo: tratados a la manera clásica, arquitecturados y plenos: las obras más arduas y doctas de Alfonso Reyes y en las que esplende su rigor y sabiduría y a las que no deja de dar visos de gracia y de vitalidad el don de su ingenio: La crítica en la Edad Ateniense (1941). La antigua retórica (1942) y El deslinde (1944), propio campo de su última y magistral doctrina literaria.

EL TEÓRICO DE LA LITERATURA

De nuevo en las Cuestiones estéticas (1911) puede descubrirse el nacimiento de las dos vertientes que habían de conducir a Alfonso Reyes a la composición de una de sus obras capitales, El deslinde (1944): la devoción por las letras clásicas y la preocupación por la teoría literaria. En su vida y en su obra, a lo largo de treinta y tres años estos intereses fueron nutriéndose de otras dos prácticas esenciales, el conocimiento amoroso y lúcido de los monumentos clásicos y la circulación abundantísima por todos los continentes literarios, además de un ejercicio constante de la aptitud crítica adiestrada al paso en las disciplinas añejas y en los métodos analíticos aprendidos de los maestros; y adiestrada y fortalecida en la frecuentación cordial de cada uno de los oficios y circunstancias del hombre de letras; y aun de aquellas tareas concernientes a la realización material del libro, que a todas se acercó Reyes como quien se había entregado desde su juventud al mundo de las letras aceptándolo totalmente y buscando en todos sus aspectos aquella ilustración viva que mejor lo llevara al dominio de sus empresas.

La crítica en la Edad Ateniense (1941), y La antigua retórica (1942), presentan ya volcadas una dirección en la otra y vienen a ser el examen previo de la contribución de la Antigüedad al problema de la filosofía y de la ciencia del fenómeno literario. No agotan estos volúmenes el tema propuesto -motivo de otras disertaciones del autor aún no coleccionadas pero se refieren ya a sus mementos más destacados y establecen los cimientos de la investigación que, luego de las “coordenadas” del estimulante grupo de ensayos que integran La experiencia literaria (1942) -obra que dentro de este sistema puede situarse muy justamente como el trazado y reconocimiento general del campo que luego va a explorarse-, se emprenderá vigorosamente en El deslinde.

Estos “Prolegómenos a la teoría literaria”, la más ambiciosa de las obras que escribiera Alfonso Reyes, son una descripción o exploración en profundidad de los contenidos formales y de significado y de los rumbos mentales que distinguen a la literatura de otras disciplinas del pensamiento. Es también un vaciado del campo y de las funciones que conciernen a la literatura dentro del cuerpo de las demás disciplinas, y una descripción de sus problemas de límites y sus interpretaciones.

Un estilo y una imaginación tan feraces y personales como los de Alfonso Reyes implicaban necesariamente problemas en su aplicación a una obra de esta naturaleza. En su ataque a la comprensión del fenómeno literario, Reyes procede por aproximaciones y redibujos, un poco a la manera digresiva de Marcel Proust, y ello le lleva a imponer a sus lectores un cierto desajuste o violencia mentales, al hacerlos atender dos melodías un poco extrañas entre sí; la concentrada de un lenguaje cerradamente lógico -que aun va constriñendo al lenguaje vulgar para manipular a base de denominaciones técnicas establecidas y la melodía de las digresiones, comentarios e ilustraciones de todas las especies, características del esplendor del estilo de Reyes. Ello hace particularmente difícil la lectura de los cinco capítulos preliminares, en los que es más notorio este inoportuno consorcio, y hace pensar en la conveniencia de un digesto de El deslinde en el que se le redujera al puro nervio de sus indagaciones fenomenológicas, digesto que debería conservar, intactos, los capítulos VI y VII, de singular excelencia, que se refieren directamente a la literatura.

La primera y segunda partes de El deslinde constituyen, de hecho, la obra consumada, es decir, el vaciado del cuerpo de atributos formales y de significado de la literatura, dentro del gran cuerpo de las disciplinas que le son afines o tienen con ella algunos anexos intencionales; o bien, constituyen la monumental introducción a la teoría literaria cuyo campo sería no ya la descripción y depuración de los límites, tarea de este volumen, sino el ataque a la materia literaria, previamente purificada, en sus diferentes funciones y categorías.

Es admirable el contraste de la empresa de estos “Prolegómenos a la teoría literaria” con la disciplina tradicionalmente así llamada. Pues los tratados que así se intitulaban solían restringir, equivocadamente, la acepción de teoría a lo que era propiamente preceptiva literaria, tal como la instauraron Quintiliano y Cicerón y tal como la anquilosó, parecía que definitivamente, Hermosilla. La monumental obra de Alfonso Reyes de su ejemplar método de exploración descriptiva, y nunca preceptiva, a la fenomenología alemana, y debe su orientación, su rumbo mental como diría el mismo Reyes, a la sagacidad literaria del propio autor alimentada en las fuentes y experiencias, y a las orientaciones de la ciencia literaria tal como ha sido concebida por los maestros contemporáneos. Pero frente a las aportaciones de sus ilustres antecesores, la obra de Alfonso Reyes es la primera que se aboca a la empresa total y abrumadora de la descripción del fenómeno literario. Atacando el problema desde los diferentes perspectivas -filología, estilística, estética, teoría literaria, filosofía del lenguaje, etcétera-, los estudios de los maestros que le precedieron habían ido aportando luces aunque rehuían, al mismo tiempo, el trabajo sistemático total. El deslinde de Alfonso Reyes no es todavía ese trabajo sistemático general descriptivo del fenómeno literario, pero viene a ser la proposición monumental de las bases de aquel trabajo, la revelación de sus problemas internos, y de la complicada estructura existente bajo el obvio designio de literatura.

Semejante índole lleva necesariamente al lector a la espera y a la imaginación de esa obra para la cual este espeso “deslinde” sirve a manera de introducción. “Si el deslinde queda hecho -escribe Alfonso Reyes en la peroración final-, el paso está franco para otras aventuras por el interior de la poesía, a las que hemos de dedicar futuros desvelos”. Y para la realización de estas nuevas aventuras, todos confiábamos en que el hombre de letras que pudo escribir El deslinde contara con las fuerzas y el ánimo necesarios para proseguirlo, ya que era empresa que tenía la medida de su temple y ya que si la abandonaba merced de los que le sucedan, era posible que resultara contrahecha e infeliz. Infortunadamente, el tiempo no se lo consintió y la obra por hacer continúa como “hijo nonato del espíritu” en larga espera del padre capaz de entregarla a la luz.

Suele pensarse de muchos grandes libros que su autor se adelantó a nuestros pasos, creyendo con ello que todos hubiésemos sido capaces de escribirlos alguna vez. No creo que pudiera ocurrir otro tanto con El deslinde, pues es la creación específica de la vida y de la obra de Alfonso Reyes. Quiero también decir con ello que El deslinde no se presenta al lector como producto de una ideación desnuda y de una exploración a base de conocimientos y doctrinas más o menos mostrencas; su lectura, por el contrario, ofrece el fruto entrañable de la vida literaria de Reyes, de su prodigiosa sabiduría en tantos dominios del conocimiento humano, de su fértil experiencia en cada uno de los órdenes y oficios de las letras, de su virtud estilística, dueña de tantos registros, de su inigualable poder de aprensión, de síntesis y de comunicación de los productos mentales; de la claridad y gracia de su espíritu, de su curiosidad tan generosa y de ordenamiento tan armónico y afortunado. Es por excelencia, la obra que sólo él, en la cima de su vida, pudo escribir. Y no puede decirse mayor elogio de su enorme empresa que repetir las palabras que escribió Werner Jaeger a Alfonso Reyes, comentando la obra de éste “¡Cuánto me hubiese gustado asistir al asombro que habría producido en Aristóteles la lectura de El deslinde!”

LA DOCTRINA AMERICANA

El destino y los problemas que impone la civilización de nuestro Continente han sido, tradicionalmente, preocupaciones capitales de los maestros americanos. Fiel a esa vocación y a esa norma, Alfonso Reyes ha expuesto en varios ensayos fundamentales una lúcida doctrina americana.

Sus meditaciones de esta índole se han consagrado de manera principal a explorar el sentido que rige la vida de América, y el significado el carácter de la cultura americana. En Última Tule, uno de sus ensayos más hermosos, Alfonso Reyes ha narrado, además de la historia misma del descubrimiento de América, las vicisitudes que en la mente de los filósofos, los poetas, los geógrafos y los viajeros tuvo, desde antes de su materialización, la imagen de América, y cómo, desde entonces, fue para la fatigada Europa la tierra que podía convertir en realidad sus mejores sueños utópicos y aun los ensueños de la mitología y la fábula. Así lo mostraron a la curiosidad universal las primeras descripciones de Colón, para quien América era sobre todo la tierra de la abundancia y del indio “buen salvaje”. Y aunque con el paso de la historia aquella imagen haya tenido que ajustarse y rectificarse, América no ha perdido, por ello, el sentido que presidió su nacimiento, y sigue siendo “la última Tule”, el límite de la esperanza.

En relación con este destino que anima la vida del Continente, Alfonso Reyes ha propuesto su doctrina acerca del significado y el carácter de la cultura mexicana y de las tareas más urgentes que ella nos exige.

En un principio, la cultura de Hispanoamérica -a cuya elucidación dedica Alfonso Reyes preferentemente sus meditaciones tiene una importancia destacada, que suele olvidarse, por cuanto contribuye con valores originales y de rango universal a la concepción del mundo y a la integración del panorama mundial de la cultura. La nuestra es una cultura natural del espíritu y por ello el nombre que le conviene es el de “inteligencia americana”, porque, más que una diferencia de contenidos o de esencias, implica una diferencia de “tempo” americano, patente en la prisa de la evolución cultural de América.

Por otra parte, este “tempo”, y las circunstancias en que ha vivido el escritor hispanoamericano, han determinado varias de sus características. Él ha tenido que luchar aquí no sólo contra los propios obstáculos de su empresa intelectual sino también contra toda clase de vicisitudes materiales. Ha adquirido así un hábito de lucha y, antes de consentirle los mundos cerrados o las especializaciones, se le ha impuesto un imperativo de acción y una pluralidad de ejercicios. Pues mientras que en Europa el escritor nace “como el piso más alto de la Torre Eiffel”, en la América hispánica se encuentra “en la región del fuego central”.

Ante las disyuntivas que le proponen Europa y los Estados Unidos y americanistas e hispanistas, nuestros escritores afirman su repugnancia a las segregaciones étnicas, su afinidad con Europa y su universalidad humana. Y equilibran naturalmente esta costumbre de trato con Europa y este internacionalismo con poderoso arraigo en la tierra y en sus problemas inmediatos.

Finalmente, Alfonso Reyes sugiere a la inteligencia americana una tarea previa de método y la convocatoria a la fidelidad de su destino. Aquella tarea, esencial no sólo para que el resto del mundo nos conozca y nos comprenda con facilidad y claridad, sino también para que nosotros mismos ganemos una conciencia más cabal de nuestro ser,es la de purificar el conocimiento de América, la de jardinar la maleza de los conceptos americanos. El destino último de América no es otro que el signo mismo que presidió su aparición en la escena universal: América está llamada a realizar la utopía, el mundo mejor en que todos los hombres han soñado.

ESTILO Y ESPÍRITU

La tónica del estilo de Alfonso Reyes no es la pasión ni el dramatismo, ni exuberancia imaginativa ni la serena proporción, ni la aguda lucidez ni el cálido temblor del sentimiento; dominaba todos esos registros e iba de uno a otro con perfecta maestría, se enriquecía con todas las experiencias y sabía desnudar las ideas con aquel arte sutil del músico de la novela de Proust, cuya sonata parecía descubrir un “objeto de belleza” ya existente. Manejaba una sabiduría total, no sólo de ciencias y artes varias sino de todas las humanas experiencias, aunque ellas llamen instintos de las urracas o las víboras, los cuentos y decires del pueblo, la conducta de los niños, el reino de los alimentos terrestres o las más extrañas pasiones humanas. Y era cosa sorprendente verlo iluminar los más especiosos problemas de cultura con un cuento popular o un ejemplo en el que intervienen personales del reino animal, tal como gustaba de encubrir su sabiduría el infante don Juan Manuel. Algunas veces, la riqueza de elementos, la multiplicidad de incitaciones y alusiones y el virtuosismo del giro mental nos recuerdan ese barroquismo, tan frecuente en nuestras expresiones estéticas. Pero Alfonso Reyes lo resolvía todo en una abundancia lúcida de cada una de sus galas y fiel a la clásica arquitectura de su pensamiento. Sabía el arte de imponer una armonía justa entre elementos que son de todos los matices y de todas las latitudes; de todas las intensidades también porque sus vibraciones se perciben según la educación de la sensibilidad de sus lectores o según los ímpetus de descubrimiento que los impulsen. El ejercicio literario incluye virtudes y artes de varios otros menesteres; en él participan a la vez la cotidiana laboriosidad del artesano, las luces divinas del profeta o del adivino y la insondable e infusa sabiduría de las cocineras. Los escritores que todo lo confían a uno sólo de estos extremos paran en brumosos y nos imponen el desasosiego de lo inarmónico. Alfonso Reyes, en cambio, había aprendido, quien sabe con qué formulas y tras de qué disciplinas, que es preciso no desechar ninguno de estos recursos para realizar una obra diáfana, viviente y amable. Discurría con la fácil elegancia de un dios ordenando el universo, sazonaba con hechicera sabiduría, poesía una gracia infusa que le acompañaba en todas sus empresas, y pudo preguntarse, como son Juana, si no la debía a los sabrosos condimentos de su tierra.

Cuando Alfonso Reyes tocaba con su pluma un tema, diríase pues que le devolviera su yacente riqueza y nos lo entregaba pulido y animado, organizado como una unidad sinfónica, caprichosa y sabia en su capricho, movible y sosegada.

EL MEXICANO UNIVERSAL

La producción siempre generosa que desde sus orígenes mantuvo Alfonso reyes creó para la cultura mexicana una de las obras de mayor esplendor y uno de sus más claros orgullos, y determinó, al mismo tiempo, en sus lectores, una especie de hábito,que si impedía apreciar en todo su realce el valor de cada uno de sus libros, aclaraba, a contraluz, el sitio que tiene Reyes en las letras mexicanas. Porque si para la mayoría de los escritores mexicanos conservamos una tabla de apreciaciones que nos permiten ver en cada uno de sus nuevos libros una etapa más de la carrera de sus autores y el resultado de una nueva empresa y un nuevo esfuerzo, recibíamos, en cambio, los libros de Alfonso Reyes con una actitud absolutamente diversa y como si él — lo cual no carece del todo de verdad estuviese en un lugar y en una situación peculiares: un libro con su firma, dentro de su personal y excepcional economía intelectual, venía a ser equivalente al esfuerzo que otros gastan para concluir un poema, un cuento o un ensayo breve; y una fiesta de gracia y elegancia o las más sutiles y acabadas meditaciones -que salidas de otras plumas merecerían una tormenta de elogios y admiraciones parecían en la magistral de Alfonso Reyes apenas su respiración normal, apenas, caso semejante al de Góngora, la llanura de la que aún pueden elevarse las cumbres.

Acaso necesitemos olvidar y destruir el hábito que nos hemos formado para ver de nuevo en todo su variado esplendor la obra extraordinaria de Alfonso Reyes y acaso necesitemos la perspectiva del tiempo para rendir a sus libros la administración que merecen y para juzgar con mayor verdad las censuras que solían dirigirse especialmente contra dos aspectos de su obra. Una de ellas, la que le exigía que se consagrara a las grandes empresas culturales que él tuvo la capacidad de realizar, parece destruirse con la sola consideración del conjunto ingente de su obra total — cuya magnitud supera a la de cualquiera otra de autor mexicano de su época- y en la cual, además de la universalidad de los temas, de la originalidad y agudeza de la inteligencia y de la sensibilidad que los ilumina, existe todos los grados y especies de los frutos: armonioso y rico jardín, y en él las obras menores no son por ello las menos magistrales y perdurables.

No asiste más justicia a la otra de las censuras que recibía Alfonso Reyes. Pues olvidando que los estudios que dedicó a la cultura mexicana -desde aquel juvenil y ya brillante ensayo sobre el paisaje en nuestra poesía del siglo XIX, hasta su tratado de las Letras de la Nueva EspaÒa bastarían con creces para formar el prestigio de uno de nuestros escritores; olvidando también que esas páginas suyas guardan síntesis, juicios y llamadas de atención, imprescindibles para la comprensión de nuestro acervo cultural, algunos críticos, celosos de la atención que él concedía a otros territorios del espíritu, se empeñaron en crear la leyenda de un Alfonso Reyes extraño a su realidad cultural.

Pero, ¿entonces, por qué llegó a ser una de las banderas más altas que representaban a México en el mundo? Cuando nos visitaban un Igor Stravinski, un Jules Romains, un Waldo Frank o un Aldous o un Julian Huxley, tenían en su agenda varios nombres de mexicanos con los que deseaban encontrarse y entre ellos, pude advertirlo, Alfonso Reyes figuraba siempre. Parecía obvio que se buscara en Diego Rivera el vigor original de nuestra plástica, o en otros creadores y especialistas el contacto con diversos ordenes de nuestras letras, artes y ciencias. Pero ¿qué buscaba en Alfonso Reyes e; músico, el novelista y el hombre de ciencia? Por qué era él punto para el ruso, el francés, el norteamericano y el inglés, y por qué para el español y el hispanoamericano esta siempre Alfonso Reyes como principio y punto de referencia de su imagen de la cultura mexicana?

Paréceme que una misma respuesta da razón de aquel reproche de nuestros celosos nacionalistas y de este reconocimiento universal. Mientras otros mexicanos representan lo irreductible de nuestra cultura, su secreta y violenta originalidad, la obra y la personalidad de Alfonso Reyes diríase que parten del punto justo en que aquella individualidad comienza a ser inteligible para el resto del mundo. Muy pocos, entre los primeros, han logrado que sus expresiones autóctonas tengan un sentido y conserven sus virtudes más allá de sus propios campanarios, y el designio de muchos no excluye la posibilidad de contentarse con esta clausura en cuyo privado coro se ahoguen todas las voces que lleguen del exterior. Inconforme con tan imprudente e inútil defensa de una originalidad que sólo puede madurar en el cruce de todos los vientos, Alfonso Reyes prefirió a lo largo de sus largos años de gloriosa fecundidad, la doble tarea de conservar entre nosotros la circulación de las tradiciones fundamentales de la cultura y la atención a los testimonios del espíritu, al mismo tiempo que hacía traducibles para el mundo nuestras mejores esencias. Por ello lo creyeron extraño a nuestra realidad cultural, y por ello también él encarnó el espíritu de México para hombres de todas las latitudes.

Y era ciertamente extraño y desmesurado entre nosotros, mas no porque la pasión de México careciera de sitio destacado en su obra -como puede comprobarlo quien quiera que se dé el placer de navegar algunos de sus libros-, sino porque sus creaciones literarias y su formación intelectual no tenían la estatura que nos es común, no parecerían las de un escritor perteneciente a un país cuya cultura se encuentra aún en vías de integración. Su poesía, su teatro y sus narraciones, diríase que hubiera surgido, póstumas y sutiles rosas, del esplendor otoñal de una civilización, de vuelta ya de todas las sabidurías y de todos los deslumbramientos. En sus ensayos, escritos en una de las prosas castellanas más hermosas de nuestro tiempo, Alfonso Reyes nos incitó a creer que ha llegado el momento de iniciar nuestra aventura por el mundo y se puso a mostrarnos todos los caminos que nos esperaban. Es grato aprender su lección memorable y es estimulante persuadirnos de que México puede participar ya, sin temor a confundirse, en el gran diálogo del mundo.

Alfonso Reyes fue el lujo y el orgullo de las letras mexicanos. Durante sus últimos cincuenta años nadie pudo disputarle el título de nuestro más distinguido hombre de letras.

A lo largo de estos años en que tantos cambios y tantas ideas movieron a México y al mundo, nada doblegó ni nada distrajo su fidelidad a la inteligencia y al oficio, a la dignidad y a los deberes del escritor. Murió como debía, vencido su noble corazón después de tantos asaltos, entre sus libros y junto a sus últimos trabajos. Su obra, enorme y múltiple, es uno de los monumentos que honran la inteligencia de México. Sólo el tiempo nos permitirá admirarla y apreciarla en toda su grandeza, porque crecerá aún más con la perspectiva. Acaso sólo así lleguemos a comprender que fue un privilegio haber vivido en su tiempo y cerca de él.

1 Alfonso Reyes, “Pasado inmediato”, en Pasado inmediato y otros ensayos, México, El Colegio de México, 1941,pp. 3–64.

2 Ibid., p. 49.

3 Ibid., p. 50.

4 Ídem.

5 Ibid., p. 59–60.
Borges le dedicó este pasaje de su “In memoriam A. R.”
Si la memoria la clavó su flecha
Alguna vez, labró con el violento
Metal del arma el numeroso y lento
Alejandrino o la afligida endecha.

II. LOS CICLOS EN SU OBRA

LA OBRA DE MEDIO SIGLO

Salvo los primeros trabajos en que adiestra sus armas, la obra literaria y humanista de Alfonso Reyes se desarrolla en los cincuenta años que van de 1910, año en que escribe su primer libro importante, Cuestiones estéticas, a los últimos días de 1959 en que muere. A lo largo de este medio siglo su obra no siguió lo que pudiera llamarse una curva de crecimiento, apogeo y decadencia ni experimentó tampoco cambios bruscos de derrotero. Mantuvo una misma línea de estilo espiritual y de aficiones fundamentales, de hecho ya manifestadas desde su primer libro y sus primeros escritos, y distribuyó tareas y reposos en los años justos, como si cumpliera un plan previsto, y las circunstancias externas sólo colaboraran a su mejor realización. En términos generales, durante estos cincuenta años me parece que hay en su obra dos periodos de intenso trabajo intelectual, seguidos de otros tantos de descanso y divagación, en su caso, y de recolección y ordenamiento en el último.

LOS AÑOS DE APRENDIZAJE

Convengamos en que aquellos primeros años de su vida hasta mediados de 1914, transcurridos entre su nativa Monterrey y la ciudad de México, son los de su aprendizaje y los de sus primeras armas; concluye entonces su carrera de abogado, participa activamente en las empresas culturales de la generación ilustre que unió al Ateneo de la Juventud, casa con Manuelita, publica su primer libro y dos importantes conferencias hasta que, en 1913 los sucesos políticos y la muerte de su padre, el general Bernardo Reyes, lo empujan a Europa a mediados de ese año. Superemos, como él mismo lo hizo sus duros años iniciales en París y luego Madrid cuando, además de las penurias materiales, se sentía alejado del país y lo conturbaban los trágicos recuerdos de su padre, confundido y perdido por la violencia revolucionaria, y veámoslo comenzar valerosamente en madrid, que aún lo desconoce, su intrépida carrera.

LA DÉCADA MADRILEÑA DE 1914 A 1924

La década que va de 1914 a 1924, o de sus veinticinco a sus treinta y cinco años, en que permanece en Madrid, será la de su mejor periodo de creación y en la que se convertirá, al mismo tiempo, en gran escritor y maestro de la investigación literaria. La simple enumeración de las obras que realiza en estos años dan clara idea de la intensidad de su trabajo de creación y de erudición. Inmediatamente después de las agudas instantáneas de Cartones de Madrid (1917), que serían su tarjeta de presentación intelectual ante aquella cuidad a la que iba, como el abuelo Ruiz de Alarcón, a ganarse la vida, viene esa breve obra maestra que es Visión de Anáhuac (1917), a la que seguirán muchos otros de los libros de ensayos, de poesía y de cuentos y fantasías que le dieron fama: El suicida (1917), El plano oblicuo (1920), Retratos reales e imaginarios (1920), Simpatías y diferencias (1921–1926), El cazador (1921), Huellas (1922), Calendario (1924), y finalmente, Ifigenia cruel (1924), con que cerrará Alfonso Reyes su década española y, acaso también, la angustia de una herida que nunca cerrará del todo. Quien había llegado a Madrid con un solo libro por bagaje intelectual, saldrá de aquella ciudad en 1924, convertido en un escritor que celebran con entusiasmo los críticos de varios países.

Las obras que publica en estos años dan testimonio de un espíritu singularmente ágil, abierto y sensible a todas las incitaciones y que se expresa en un estilo cuya riqueza y flexibilidad son las de un sabio y un artista. Y si uno de sus primeros libros madrileños, Visión de Anáhuac, es la evocación nostálgica de la patria lejana a la que se interroga por el sentido de su existencia, su postrer libro de esta época, Ifigenia cruel, será, en palabras de su autor, “mitología del presente y descarga del sufrimiento personal”, pues quería no sólo alejarse de la vendetta mexicana sino, sobre todo, quería liquidarla dentro de su propio corazón. De ahí el nuevo sentido y la nueva solución que en su hermoso poema dramático propondrá del viejo mito de ifigenia.

A esta excepcional obra de creación de los años madrileños deben añadirse sus notables trabajos eruditos de esta época, surgidos al calor del Centro de Estudios Históricos de Madrid, que dirigía Ramón Menéndez Pidal, y de la Revista de Filología Española. De entonces son las sabias Cuestiones gongorinas (1927), y los estudios y ediciones de las Memorias de fray Servando (1917), de las Páginas escogidas de Quevedo (1917), del Libro de buen amor de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita (1917), de las Páginas escogidas de Ruiz de Alarcón (1918), del Poema del Cid (1919), de Los pechos privilegiados de Ruiz de Alarcón (1919), del Teatro de Lope de Vega (1919) y de Las aventuras de Pánfilo, del mismo (1920), de las Obras completas de Amado Nervo (1920–1928) y de la Fábula de Polifemo y Galatea de Góngora (1923). Y todavía deben agregarse, para completar el cuadro de la enorme tarea realizada en esta década madrileña, las traducciones que realiza entonces de obras de Chejov, Chesterton, Sterne y Stevenson.

Podemos, pues, convenir en que en este primer ciclo de su obra, Alfonso Reyes ha forjado su prestigio literario e intelectual en el ámbito nacional y europeo con obras sin las cuales su figura literaria no podría ser la que es. El escritor es ya dueño cabal de su oficio y su maestría, lo mismo en la poesía que en el cuento, y en el ensayo de interpretación y de creación que en la investigación erudita. El hombre que deja Madrid en 1924 para pasar a París como ministro de México es ya el escritor Alfonso Reyes, orgullo de las letras hispánicas.

LOS AÑOS MUNDANOS DE 1924 A 1938

Los catorce años siguientes, de 1924 a 1938, entre sus treinta y cinco y sus cuarenta y nueve años de edad, parecen sus años felices, mundanos y un poco despreocupados. Vida diplomática y social, haciendo respetar, comprender y amar a México en París y Buenos Aires, en Río de Janeiro y Montevideo. Escribe entonces sobre todo su poesía refinada y de cortesía, sus divertimentos y algunos de sus más hermosos poemas: Pausa (1926), La saeta (1931), Romances del Río de Enero (1933), A la memoria de Ricardo Güiraldes (1934), Golfo de México (1934), Yerbas del Tarahumara (1934) y Cantata en la tumba de Federico García Lorca (1937), que imprime en hermosas plaquettes que van fijando su itinerario y recordando la gracia de su espíritu; es la poesía culta y serena en que los malos, trágicos recuerdos -los que encienden la Ifigenia se han atemperado y sosegado. Son también los años pacientes de las afinaciones de Mallarmé, vertido al español; de su correo literario Monterrey (1930–1937), cruzado de tantos temas e incitaciones: de nutrida correspondencia con amigos dispersos en el mundo, y de numerosos discursos, conferencias y contribuciones en homenajes y reuniones culturales.

Pero apresurémonos a no desestimar, sólo por el contraluz de la perspectiva, la obra de estos años que, además de las obras poéticas mencionadas, se enriquece con el Discurso por Virgilio (1931), con las esclarecedoras páginas de A la vuelta de correo (1932) en que hace defensa de lo que pudiera llamarse su economía intelectual y precisa los justos términos del nacionalismo literario; con la luminosa Atenea política (1932) los muchachos de mis años aprendimos a orientar nuestra vocación; con aquel vivaz resumen que se llama México en una vez (1930),con Tren de ondas (1932), con los magistrales estudios goetheanos de esta época y con la serena Homilía por la cultura (1938). Ciertamente, no emprende Alfonso Reyes en estos años obras de aliento sostenido, porque sus deberes oficiales no se lo consienten, y fiel al gusto de la época, prefiere ir entregando sus obras una a una. Pero cada uno de estos breves frutos de su espíritu tiene su marca y, juntos en los libros de los años venideros, formarán esas obras compendiosas y nutridas que algunos le exigían.

Justamente en el límite entre este periodo mundano y refinado de su obra y el siguiente, recibe Alfonso Reyes una reconvención llena de perspicacia. Nuestro escritor había vuelto definitivamente a la ciudad de México, a principios de 1939, y acababa de publicar la primera serie de Capítulos de literatura española (1939) cuando, en septiembre del mismo año, Antonio Castro Leal publica, en la revista Letras de México, el ensayo a que he aludido: “Alfonso Reyes y una fantasía a dos voces”. Dice Castro Leal que en todo escritor hay, por lo menos, dos escritores “el malo y el bueno, o el romántico y el clásico, o el discreto y el heroico”. “En Alfonso Reyes -prosigue- hay dos escritores, buenos ambos; el escritor de sus amigos, al que podemos llamar ALFONSO y el escritor de sus lectores, al que podemos llamar REYES”. Y a continuación imagina una conversación entre el escritor ALFONSO y el escritor REYES, en que ambos defienden sus puntos de vista y sus respectivas preferencias por un arte refinado de minorías, el primero, o por un ejercicio literario hecho para todos, “desvergonzadamente público”, el último. En fin, entre sutiles argumentos, Castro Leal sugiere a Alfonso Reyes que abandone las pequeñas obras de ALFONSO, el escritor de sus amigos, y emprenda las obras de gran aliento que puede realizar REYES, el escritor de sus lectores. En todo caso, propone que ambos colaboren en las obras futuras

La agudeza de la observación de Castro Leal es evidente. Creo, sin embargo, que sería desproporcionado suponer que haya llegado a ser factor determinante en el cambio de rumbo de Reyes, que de hecho ya estaba en camino. Considero, por ello, que la “Fantasía a dos voces” de Castro Leal, antes de provocar, registraba oportunamente aquel cambio de rumbo, la entrada a un nuevo ciclo de intenso y fructífero trabajo intelectual

EL PERIODO DE MADUREZ: 1939–1950

En efecto, después de los catorce años anteriores, que podemos llamar mundanos, Alfonso Reyes, al fin asentado definitivamente en su patria y entre sus libros, inicia otro de los grandes ciclos de su obra que se extenderá de 1939 a 1950, en la cumbre de su madurez intelectual y entre sus cincuenta y sus sesenta y un años, y éste será, sobre todo, el periodo de sus trabajos de sabio y humanista. Son de estos años sus magnos estudios de temas clásicos: La crítica en la Edad Ateniense (1941), La antigua retórica (1942), Junta de sombras (1949) y otras monografías menores: sus fundamentales estudios de teoría literaria: La experiencia literaria (1942), El Deslinde (1944) y Tres puntos de exegética literaria (1945), sus estudios de la historia literaria española y mexicana: Capítulos de literatura española (1939–1945) y Letras de la Nueva España (1948); sus ensayos sobre temas americanos: Última Tule (1942), tentativas y orientaciones (1944) y Norte y sur (1945), a más de otros volúmenes de ensayos y notas. Escribe y publica también en esta época libros de poesía que culminarán en las colecciones de La vega y el soto (1946) y Cortesía (1948), y en la primera parte de su traslado de la Ilíada de Homero (1951); colecciona también, en Verdad y mentira (1950), sus cuentos y fantasías e inicia la publicación de los cuadernos de su Archivo; escribe prólogos para numerosos libros y aún traduce textos de Jules Romains, A. Petrie, C. M. Bowra y Gilbert Murray. En Resumen durante este segundo gran ciclo de su obra intelectual publica treinta y cinco volúmenes de ensayos y estudios de los cuales veintiochos son libros originales y el resto reediciones; siete volúmenes de poesía; dos de novelística; siete cuadernos de su Archivo; prologa dieciséis libros y hace cuatro traducciones; es decir, que en estos once años publica cincuenta y un libros de pluma, dejando aparte prólogos y traducciones. Además, ya lo sabemos, organiza y preside El Colegio de México; sustenta sus conferencias en el Colegio Nacional donde enseña literatura y explica temas humanistas, y cumple además con numerosos compromisos académicos y cívicos.

Si el primer gran periodo de su obra, la década madrileña de 1914 a 1924, había sido el de su más intensa creación literaria, este segundo periodo de 1939 a 1950 será el de las grandes síntesis de sus conocimientos, el de sus especulaciones de teoría literaria y el de sus estudios de temas clásicos. Si aquella fue la época de creación del poeta, del poeta en prosa y en verso, ésta es la del sabio que ha merecido el título de humanista.

LA COSECHA FINAL: 1951–1959

En 1951 sufre Alfonso Reyes el primer ataque grave de las dolencias cardíacas que acabarían con su vida. Acaso por ello los últimos años de su vida y de su obra, de 1951 a 1959, de sus sesenta y dos a sus setenta años, serán los de la cosecha final. Continúa aún trabajando en sus temas humanistas, de los que dejará algunos libros inéditos, y proseguirá la redacción de sus memorias cuya primera parte, Parentalia. Primer libro de recuerdos (1958), es un libro valiente y conmovido; pero la preocupación constante será la de engavillar las espigas dispersas a lo largo de tantos años y tan incesante trabajo de la pluma. Estos serán los últimos años de colecciones de obras sueltas: poesía, ensayos, artículos y archivo; del ordenamiento de las obras completas, iniciadas en 1955 para celebrar los cincuenta años de su carrera de escritor, y de las cuales alcanzó los primeros diez volúmenes y preparar cuatro más; y de la continuación de algunas de las empresas constantes en su vida intelectual: estudios clásicos, resúmenes de literatura mexicana, etcétera. Pero no comprende ya nuevas tareas, siente que sus días se acortan y experimenta la necesidad de ordenar sus papeles, atar cabos sueltos y preparar su legado. En su último año de su vida publicó dos pequeños textos preciosos en su voluntaria humildad: los resúmenes destinados a lectura popular que llevan por título Cartilla moral (1959) y Nuestra lengua (1959) en que quiso dejar, accesible a todos, su cordial sabiduría y su noble humanismo.

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III ESCOLIOS

BALANCE

Por su amplitud: veintiún libros de versos, ochenta y ocho de crítica, ensayos y memorias, siete de novelista, veinticuatro de archivo, treinta y cinco prólogos y ediciones comentadas, once traducciones y dieciséis obras póstumas: doscientos dos libros en total, mayores y menores, los originales de los cuales se incluyeron en veintiséis volúmenes de sus Obras completas, y por la variedad de los dominios que abarca, la obra de Reyes es un pozo de delicias y de sabiduría. Quedan pendientes sus epistolarios así como el extenso Diario. Quisiera que mis páginas fueran una guía para la navegación de esta obra enorme y que provocaran se disfrute.

LA FORMACIÓN DE UN ESCRITOR

De sus numerosos epistolarios, puede aventurarse que el más importante y el más extenso es el de Alfonso Reyes y Pedro Henríquez Ureña, por el peso intelectual de los corresponsales y por la constancia de la amistad que los ligó desde su encuentro inicial hasta la muerte de Henríquez Ureña en 1946. Las cartas del primer tramo de la correspondencia Reyes-Henríquez Ureña nos permiten seguir paso a paso un hecho literario en verdad admirable: la formación de Reyes como escritor, conducido, acicateado y exigido por otro escritor ya más formado, que supo adivinar su talento naciente y que , con una vocación excepcional de amigo-maestro -consciente además de que el discípulo sería el escritor que él sentía que no podía ser-; se entregó a la tarea de guiar su crecimiento.

DE CÓMO ALFONSO REYES CONQUISTÓ MADRID

Un día de octubre de 1914 llegó a Madrid un joven mexicano de veinticinco años, sin recursos y con mujer e hijo que sustentar. Había salido de París, incendiada por la Gran Guerra, lo habían despedido de su modesto cargo diplomático y venía a España para intentar ganarse la vida con las únicas armas con que contaba, su pluma y su imaginación, como lo había hecho siglos atrás “El abuelo Ruiz de Alarcón”. Lograrlo entonces parecía más difícil de lo que es ahora. Aquel joven llamado Alfonso Reyes sólo tenía un libro publicado, Cuestiones estéticas (1911), y era apenas conocido en los medios cultos madrileños. Francisco A. de Icaza, diplomático y escritor, que conocía bien aquel ambiente no disimuló su inquietud : “Posible es -le dijo- que usted logre sostenerse aquí con la pluma, pero es como ganarse la vida levantando sillas con los dientes”. Pero lo consiguió, sin romperse los dientes ni enturbiarse el alma. Logró no sólo vivir de la pluma, “en pobreza y libertad”, de 1914 a 1919, sino además hacerse un escritor memorable. Luego, de 1920 a 1924, ya serenada la Revolución en México, Reyes fue por unos meses secretario de la Comisión Histórica Paso y Troncoso y se reintegró luego al servicio exterior mexicano, de hecho como encargado de negocios ad interium de la Legación.

LOS CACIQUES CULTURALES

Lo ocurrido con los dos primeros maestros-caciques. Ignacio M. Altamirano y Justo Sierra, va a determinar las características que tendrá esta función en nuestro tiempo:

1.- Deberá ser un escritor importante y en lo posible el mejor de su época.

2.- Deberá ocupar puestos que le permiten ayudar y proteger a los escritores jóvenes.

3.- Deberá vivir en México.

Después de una década sin cacique, en 1939 vuelve Alfonso Reyes de sus embajadas, instala su biblioteca, dirige La Casa de España y luego el Colegio de México y, durante una veintena de años es el cabal hombre de letras, el amigo de toda la inteligencia del mundo, el padrino obligado de las nuevas revistas y de los nuevos escritores, es, pues, el cacique y maestro hasta su muerte en 1959. La correspondencia de don Alfonso con Octavio Paz, que se publicó en 1998 muestra la generosidad y el empeño con que el maestro intervino para la publicación del primer libro poético importante, Libertad bajo palabra, de Octavio Paz.

LA OBSERVACIÓN DE SÍ MISMO

Uno de los encantos de los escritos de Alfonso Reyes es la capacidad de su autor para pasar del cielo a la tierra, de los rigores de la ciencia al campo llano de las cuestiones humanas y personales, y tratar a unos y otros con la misma destreza y sabiduría, con esa ligereza y donaire que le celebraba Henríquez Ureña. En Marginalia, Segunda serie, después de temas de economía y ciencia, escribe la divertida “Digresión sobre la compañera”, en la que discurre sobre la mujer ideal para el creador literario. Entre anécdotas y recuerdos históricos, enumera “los cuatro enemigos del alma”, es decir, los tipos de mujeres más peligrosas para el poeta -los tres primeros son la poetisa, la marisabidilla y la snob-, de los cuales, el último merece repetirse.

la mujer vulgar e ignorante -escribe-, que puede exasperar hasta el crimen. No hay que exagerar, por supuesto, no hace falta una Enciclopedia con faldas, y una que otra falta de ortografía es disculpable y nos comunica el confortante sentimiento de nuestra grandeza. Hemos escrito alguna parte que la ortografía es la única superioridad mágica que el hombre posee sobre la mujer.

Y acerca de la vejez bromea y se analiza en el texto más inesperado: la “Carta a los amigos de Las Palmas”, jóvenes escritores canarios que le pidieron un mensaje. Pues a ellos les cuenta que ha dicho a su hijo médico -de don Alfonso que cuando comience a escribir sonetos ‘capicúas’ o les guste más “ensartar agujas con los pies” que “escuchar el canto pitagórico de las esferas”, le aplique una inyeccioncita oportuna y lo eche fuera de este mundo. Observa que en el viejo la sensibilidad va en aumento y “el cuerpo comienza a irse por un lado y el alma por otro, tal vez aspirado ya a su verdadera patria definitiva”. todo esto con llanura y humor, sin ningún patetismo, en hombre como él que tenía la salud ya quebrantada.

Como Montaigne, uno de sus maestros, Reyes se observa, se describe y se comenta. En sus años finales se dejó crecer una barbita “de candado en la boca”. En “La barba” analiza sus intenciones y dice que tiene el vago sentimiento “de que me propaso y caigo en la hybris”; menciona los parecidos nobles o pintorescos que le encuentran y enumera las explicaciones que suele dar. El hecho es que la barba aliñada le iba muy bien, y con ella murió. Como lo dijo con agudeza el doctor Ignacio Chávez: “Es antes cuando andaba usted disfrazado y aniñado artificialmente. Ésta de ahora es su verdadera cara”.

LOS ROSTROS ALECCIONADORES

En “Los rostros aleccionadores”, [de Marginalia], Reyes escribe una hermosa página de reconocimiento para los amigos ausentes y de humildad para reconocer sus propios desfallecimientos:

Cuando temo haberme documentado imperfectamente y con demasiada ligereza, se me aparece como un reproche la cara de Ramón Menéndez Pidal, mi inolvidable maestro. Cuando no logro expresarme con diafanidad y precisión, creo ver el rostro de Pedro Henríquez Ureña, que me reconviene. Cuando me pongo algo pedante, se me aparece como una protesta ese gran maestro de sencillez que fue Enrique Díez-Canedo. Cuando deseo más sensibilidad y gracia, ¿a quien invocar sino a “Azorín” ? Cuando me pongo algo “cursi”, aparece Jorge Luis Borges y me lo reprocha en silencio. ¡Cuánto les debo a todos!

CURIOSIDADES MENUDAS

Sólo a Alfonso Reyes se le ocurriría ocuparse, y escribir de ello una linda página, de las palabras y ruidos onomatopéyicos que varios pueblos emplean para llamar o comunicarse con los animales (“Adán y la fauna”). O referirnos la vida y la obra de Jacques Delamain, “El filósofo de las aves”, y su amor inteligente por los pájaros, cuyas costumbres describió en la serie de “Libros sobre la naturaleza”. O contarnos las confusiones y enredos que le han causado sus homónimos y casi-homónimos, y proponer chuscas soluciones para evitar esos problemas, en “Al diablo con la homonimia”. O el curioso apunte cerca de “la sirvienta con caricias” en las letras francesas (“El delantal”).

DOS PÁGINAS MEMORABLES

De los ensayos y fantasías reunidos en Marginalia y Burlas veras,entre tantas páginas hermosas, prefiero dos que me parecen memorables. La primera es “La domadora”, de 1956, que me gusta por su brío. Es un himno al amor animal, al amor que mueve y da sentido a la vida. En el circo, una domadora descansa un momento, fuma un cigarrillo y monologa:

La única moral de la vida es crear la vida; mantener la vida universal, a veces en detrimento de las vidas particulares. ¿La vida? Una serie de muertes. ¿La vida? Amor en línea desplegada. Amor y muerte andan enlazados como las serpientes del Caduceo.

La otra página de Alfonso Reyes que destaco se llama “La basura”, del 14 de agosto de 1959, y su autor la destinó al tercer ciento de Las burlas veras,que no llegó a completar. Junto a la casa de Reyes en la cuidad de México llega el carro de la basura anunciando por una campanita. El sonido de ésta lo hace asociarla con el Viático en España -y, en años pasados, en los pueblos de México, como lo recordará López Velare-. Hay un alboroto de “la muchedumbre famularia -mujeres con aire de códice azteca-”, y un ambiente de alegría, “tal vez por la hora matinal, fresca y prometedora; tal vez por el afán de aseo, que comunica a los ánimos el contacto de la virtud”. Un barrendero abre la boca, reinventa a Lucrecio y diserta mudo sobre la naturaleza de las cosas, “de las cosas hechas con la basura”.

Allá va, calle arriba, el carro alegórico de la mañana, juntando las reliquias del mundo para comenzar por otro día. Allá, escoba en ristre, van los Caballeros de la Basura. Suena la campanita del Viático. Debiéramos arrodillarnos todos.

Una escena cotidiana, que aún se repite en la ciudad, una asociación feliz, el recuerdo de un clásico, y la penetración y transfiguración de esas realidades -dominio propio de la literatura-, le han bastado a Reyes , en menos de una página y sin una falla en la limpieza de su factura, para lograr esta culminación de su oficio. Los talleres de redacción podrían analizar “La basura” para enseñar uno de los caminos del arte literario.

EL LICENCIOSO

En una de las gavetas hay una sección llamado “El licencioso”, parte de la cual se publicó en la Revista Mexicana de Literatura, en un número de “Textos eróticos” (Nueva época, marzo-abril de 1962, núm… 3–4, pp. 16–20). Estas páginas se recogen en el tomo XXIII de las O.C., junto con otras más inéditas. Son cuentos y dichos verdes, algunos del folklore corriente, un soneto en respuesta a otro que le envió Salvador Novo — nótese que el de Reyes está escrito en el mes de su muerte-, y anécdotas picantes

La obsesión de Reyes por escribirlo todo lo llevó a estos registros de hechos escandalosos, turbios o pintorescos que pasaron -nunca escribió falsedades o calumnias, de observaciones sobre particularidades de gente que trató. Y de despropósitos y agudezas, más o menos ingeniosas, que escuchó. Es el rincón reservado de la catedral que es la obra de Alfonso Reyes. Todo esto, puesto que ocurrió y los actores fueron o son personalidades conocidas, llegará a ser útil para la pequeña historia. Como su autor lo dispuso, es preciso dejar correr un poco de tiempo para que buena parte de estos papeles sea historia, y no suenen ya a maledicencia. Las páginas pícaras o “licenciosas”, en cambio, son burlas que el tiempo ha vuelto casi inocentes.

Revisados cuidadosamente estos textos, se han rescatado, en primer ligar, una docena de anécdotas, listas por don Alfonso para publicarse en el cuaderno proyectado -y no incluidas en el Anecdotario de 1968-; muchas otras anécdotas inéditas; los textos licenciosos conocidos y los desconocidos, y las “briznas” excluidas.

DON BERNARDO

La evocación del padre Bernardo Reyes (cap. III y Apéndice de Parentalia), al que Reyes siente como un Héroe de la Antigüedad, culminación de la Parentalia, lleva al principio un par de hermosas páginas sobre el olvido y la memoria y un conmovido elogio a la afición del padre por la historia y la poesía y a su vocación romántica de guerrero. Entre las páginas que relatan las correrías y hazañas militares de don Bernardo, cuando andaba en la guerrilla contra la intervención francesa, hay apuntes interesantes sobre la bravura de los indios mexicanos y acerca del miedo y el pavor durante las batallas, y es una hermosa página épica el relato de la proeza del guerrero en Villa de Unión, al que Reyes dedicó también un poema con este título. Y en esta etopeya hay tantas páginas airadas, como las que narran la barbarie y las crueldades de Manuel Lozada. el Tigre de Álica -al que combatió Bernardo Reyes-, como otra de serena belleza, como el elogio de árbol.

LA “ORACIÓN DEL 9 DE FEBRERO”

El dolor por la muerte de su padre alcanzará una transfiguración memorable en la Ifigenia cruel, de 1924.*

La Oración del 9 de febrero,compuesta en Buenos Aires en 1930, “el día en que habría de cumplir sus ochenta años”, y diecisiete años después de los acontecimientos de 1913, nunca será publicada por Alfonso Reyes, Se dará a conocer, póstuma, en México, 1963. Acaso don Alfonso la guardaba como si fuera una invocación y un lamento privados. En ella no volverá a narrar la fama del soldado y gobernante y nunca quiso detenerse en las circunstancias de la muerte de su padre; su único tema es la persistencia del desgarramiento y los recursos que ha encontrado su autor para sobrellevar la pérdida y mantenerlo presente en su ánimo:

Discurrí -escribe- que estaba ausente mi Padre -situación ya tan familiar para mí- y, de lejos, me puse a hojearlo como solía. Más aún: con más claridad y con más éxito que nunca. Logre traerlo junto a mí a modo de atmósfera, de aura. Aprendí a preguntarle y a recibir respuestas. A consultarle todo

Y más adelante, en una de esas inútiles rebeldías que solemos tener contra las que consideramos injusticias del destino, dice:

No lloro por falta de su compañía terrestre, porque yo me la he sustituido con un sortilegio o si preferís, con un milagro. Lloro por la injusticia con que se anuló a sí propia aquella noble vida; sufro porque presiento al considerar la historia de mi Padre, una oscura equivocación es la relojería moral de nuestro mundo; me desespera, ante el hecho consumado que es toda tumba, al pensar que el saldo generoso de una existencia rica plena no basta a compensar y a llenar el vacío de un solo segundo. Mis lágrimas son para la torre de hombre que se vino abajo; para la preciosa arquitectura -lograda con la acumulación y el labrado de materiales exquisitos a lo largo de muchos siglos de herencia severa y escrupulosa -que una sola sacudida del azar pudo deshacer

SOBRE VARGAS VILA

Volviendo a la primera de estas “Cartas a Fabio”, probablemente Julio Torri, está dedicada a contar con mucha sal muestras de la manía iberoamericana por los libros de J. M. Vargas Vila, aquel extraño fenómeno de semiliteratura erótica, que han disfrutado enorme éxito popular. Reyes le cuenta la afición de los cariocas por estos libros; de un revolucionario, de dos “frutitas de la tierra” y de ministro, lectores fervientes del colombiano. Y dice también que supo que Vargas Vila “se carteaba con algún prohombre de México”, el cual parece haber sido Álvaro Obregón. Alguna vez oí decir que, cuando José Vasconcelos hacía los “clásicos verdes”, el presidente Obregón le había pedido que incluyera entre ellos a Vargas vila, y que se le hizo una edición especial, de un solo ejemplar a él destinado. Nada comprueba la leyenda. Para sazonar estas referencias al entusiasmo popular por Vargas Vila, repetiré la historia que me contó Germán Arciniegas. Lo invitaron a visitar un penal colombiano y preguntó a un preso: “Y tú, ¿por qué estás aquí?” “Vera usted, doctor -le contestó. Un día pregunte a un amigo mío quién era el mayor escritor del mundo:’ Pues Víctor Hugo’, me contestó, y yo tuve que hundirle mi cuchillo en la panza porque no iba a dejar que ofendiera a Vargas Vila, que es el mayor escritor del mundo”.

Algo tenía Vargas Vila. Cómo olvidar aquellas frases suyas que Borges consideró como “la injuria más espléndida que conozco”?; “Los dioses no consintieron que Santos Chocano deshonrara el patíbulo, muriendo en él. Ahí está vivo, después de haber fatigado la infamia”. Y añadió Borges que la injuria es tanto más singular “si consideramos que es el único roce de su autor con la literatura”(“Arte de injuriar”, 1933, Historia de la eternidad, 1953).

CARICIA AJENA

Entre tantos pasajes interesantes de la Historia documental de mis libros quiero destacar, como a contrapelo, la historia de una frustración literaria. Al referir los estímulos de que nacieron sus obras, cuenta Reyes (cap. IX) lo que ocurrió con uno de lo poemas de Huellas (Obras completas,X), el llamado “Caricia ajena”, que dice:

Exhalación clara que anhelas
-a no perturbar un temblor-
por iluminar si desvelas,
por dormir si enciendes amor.

Desde el hombro donde reposas,
caricia ajena, cómo puedes
regar todavía mercedes
en complacencias azarosas?

Tu fidelidad sobrenada
en vaga espuma de rubor,
y te vuelves, toda entregada,
y regalas, desperdiciada,
los ojos cargados de amor.

Y ahora, el comercio y la historia que cuenta Reyes:

“Caricia ajena” [ ] es un poema cuya realización no pudo alcanzar a la intención, a causa de cierta oscuridad que lo desvirtúa. Yo le conté a Enrique Díez-Canedo que el estímulo u ocasión de este poema fue haber visto, en la plataforma de un tranvía madrileño, a una mujer que acariciaba a su enamorado, y llena de ardor, volvía después el rostro hacia los demás pasajeros, sin darse cuenta de que a todos parecía envolvernos en la emoción amorosa que todavía traía en los ojos; de modo que todos recibíamos la salpicadura de la “caricia ajena”.

Quien tantas veces acertó a captar las experiencias más sutiles, en esta vez los versos se le rehuyeron, porque la poesía había quedado en el relato de los hechos

CULTO A MALLARMÉ

¿Por qué, después de tantos años de estudios sobre esta obra fascinante, Reyes sólo rescató formalmente la tercera parte de sus trabajos? En uno de sus últimos estudios, “Mallarmé a distancia de medio siglo”, incluido como capítulo X de Culto a Mallarmé, y que debió escribirlo hacia 1946, lo explica su autor. Al dar cuenta de la aparición de las Obras completas de Mallarmé, en la colección de La Pléiade, en 1945, y de los grandes estudios de Henri Mondor y otros, Reyes se dio cuenta de que sus trabajos estaban superados. “Las notas que vengo reuniendo desde hace varios lustros -escribió- nunca pasarán de unas Analecta desordenadas, y por eso no he decidido a imprimirlas”.

Reyes tenía plena conciencia de las limitaciones y del “atraso” de sus páginas mallarmeanas, y las dejó inéditas en sus gavetas. Pero si no constituyen una obra definitiva ni totalmente elaborada, estas Analecta desordenadas siguen siendo una contribución importante, con un caudal de noticias e interpretaciones mallarmeanas, y son, además, el testimonio de una larga, devota y laboriosa afición, de parte de Alfonso Reyes, bien sintetizada en el título que puso a su libro frustrado: Culto a Mallarmé.

PLURALIDAD DE SUS TONOS

Existen muchos escritores de obra abundante y que cubre varios géneros literarios. Lo más común es que tengan dos maneras, la del poeta y la del prosista; o tres, con un tono más para los escritos ocasionales. El caso de Reyes es singular, no sólo por la extensión de su obra sino también por la pluralidad de sus tonos, su capacidad para pasar de uno a otro, y lo que en verdad importa, por haber logrado obras memorables, en la poesía y en la prosa, dentro de este registro múltiple de temas y tonos, Así como en los versos se atrevió a romper la proscripción tácita de los temas ligeros y de circunstancias, en la prosa todo lo practicó. Entendía la literatura como una respiración general, que incluía lo mismo las indagaciones teóricas más severas y las exposiciones doctrinales que las recreaciones interpretativas, la prosa artística, los estudios y las estampas literarios, los apuntes de divulgación, la narración de recuerdos y fantasías, y aun el registro de cuanto a él mismo le ocurría y de las anécdotas y sucedidos de que tenía noticia. Estas gradaciones de su obra, con las que aspiraba Alfonso Reyes a aprovecharlo todo y convertirlo en escritura, es una de las características salientes de su personalidad.

GOETHE Y REYES

Reyes tuvo devoción por Góngora y por Mallarmé y se empeño en desentrañar las urdimbres de sus laboratorios poéticos. Estudió la vida y la personalidad de Góngora y trabajó mucho en los problemas textuales de su obra. En el caso del poeta francés, recogió buena parte del anecdotario y del cúmulo de testimonios de los fieles mallarmeanos. Con todo, no puede decirse que Reyes intentara ni seguir las huellas de estos poetas ni considerarlos paradigmas.

En cambio, en los estudios dedicados a Goethe se transparenta una y otra vez un entusiasmo por su economía, por sus logros vitales y por la amplitud y plenitud de su pensamiento y de sus creaciones literarias. Complacen a Reyes especialmente en Goethe el programa del hombre completo que guió su vida; inquieto, amante, curioso, heterodoxo, reflexivo, aficionado a las ciencias, sereno y sabio. Y admirará igualmente al enamorado incansable que supo atajar sus pasiones cuando lo amenazaban, al interesado en los acontecimientos de su tiempo que no se dejada arrastrar por ellos, al escritor de todas las horas y de múltiples empresas, a la compenetración que logró de vida y obra y a la universalidad de su pensamiento.

Un programa como éste sin duda fue atrayente para un hombre dotado de una plétora de impulsos y de dones y con una ambición intelectual heroica, como las que tuvo Alfonso Reyes.

ABRIR NUESTRAS PUERTAS INTERIORES

La obra de Reyes fue una constante incitación a abrir nuestras puertas interiores, que de manera tan persistente nos impiden a los mexicanos la comunicación de nuestra intimidad a la que sólo consentimos que se manifieste en explosiones. Como el creador de los ensayos, Reyes se exploraba a sí mismo para entender al hombre; registraba las aventuras de su espíritu y las de sus pasiones, narraba sus experiencias cotidianas, nos hacía partícipes de su curiosidad y de cuanto grande o pequeño observaba en el mundo.
Escribía poemas para aclarar los desasosiegos de su alma, para percibir el misterio de otras vidas y para ordenar el deslumbramiento de ciudades y paisajes, lo mismo que para festejar a un amigo, para jugar con el ingenio o para cantar la alegría de una muchacha. Sabía que para acercarnos a la comprensión del hombre hay que explorar todos los caminos. Y había aprendido que sólo podemos limpiarnos las escorias del alma y curar sus desgarrones transformándolos en testimonio humano y en creación artística. Al depurarlos y pulirlos, sólo queda del gran dolor y de los cuidados pequeños lo que es susceptible de trasmutarse en cristal.

TODO LO ORDENABA SU CLARIDAD

Junto a esta múltiple sonrisa, todo lo ordenaba su claridad. Era la luz en el aire translúcido que solía iluminar la meseta mexicana, “por donde los ojos yerran con discernimiento, la mente descifra cada línea y caricia cada ondulación”; y era también la luz de la primavera griega, que adivinó sin haberla visto, y que es “deleite y es premio”, “que templa la razón y endurece el ánimo” y que “limita, mide, ordena”.

Hizo de su lenguaje un instrumento dócil y transparente para expresarse y para comunicar, y nunca se sirvió de él como ruido verbal que disimula la confusión, Dueño de mil recursos, según fuese la naturaleza de sus temas los abordaba de frente y con un estilo despojado, o bien los iba cercando y enlazando con alusiones y correspondencias, con tal de que facilitaran la transmisión de la idea que buscaba. Tenía el don de la forma, el arte de presentar los asuntos conocidos en síntesis afortunadas o a través de un nuevo sesgo, o bien de hacer accesibles y claros los conceptos más arduos y de darles encanto e interés. Cuidaba más la vivacidad que la pureza del lenguaje, y sabía enriquecerlo lo mismo de expresiones cultas, arcaicas o técnicas que de giros populares. Si luchó contra sombras, contra el olvido y lo ininteligible, antes de llegar a la claridad de su pensamiento, cuanto nos legó tiene la maestría de la naturalidad, la gracia sonriente y la apariencia de la facilidad. Su prosa es todavía la más flexible y rica en lengua española, en una modalidad inconfundiblemente mexicana. Su obra nos aclara y nos ilumina porque es la expresión de un hombre de espíritu armonioso.

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IV BIBLIOGRAFIA

Alfonso Reyes nasceu em Monterrey, Nuevo León, em 7 de maio de 1889 e morreu na Cidade do México, em 27 de dezembro de 1959.

I.- VERSO

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Faça uma pausa . Paris, Societé Générale d’Imprimeurs et d’Éditeurs, 1926

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Em memória de Ricardo Güiraldes . Rio de Janeiro, 1934.
Golfo do México . Buenos Aires, Francisco A. Colombo, 1934.

Yerbas de Tarahumara . Buenos Aires, Francisco A. Colombo, 1934.

Minuto . Jogo poético. Maestricht, Holanda, “Halcyón”, 1935. Gravuras de Marguerite Barciano.

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II.- CRÍTICA, ENSAIOS E MEMÓRIAS

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Horário de funcionamento de Burgos . Rio de Janeiro, Villas Boas, 1932.

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Em maio foi, em maio , México, Cultura de 1946.

Os empregos e os dias. México , West, 1946.

Homenagem no El Colegio Nacional ao Maestro Antonio Caso . México, 1946. Contém discurso de A. Reyes.

A lapis. México, Stylo, 1948.

Agradável companhia . México, Tezontle, 1948.

Entre livros . México, The College of Mexico, 1948.

De autor censurado em “Dom Quixote”: Antonio de Torquemada . México, Cultura, 1948.

“Panorama da religião grega.” México, Memória da Escola Nacional, 1948.

Cartas da Nova Espanha . México, FCE, 1948.

Sirtes. México, Tezontle, 1949.

Em voz alta . México, Stylo, 1949.

Shadow Board . Estudos Helênicos. México, El Colegio Nacional, 1949. Desenhos de Ricardo Martínez de Hoyos.

Encontro de Madrid . México / Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1949; 2ª ed. 1950

Quatro moinhos . México / Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1950.

O horizonte econômico no alvorecer da Grécia . México The National College, 1950.

Traços da história literária . México / Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1950.

“Em torno do estudo da religião grega” México, Memoria de El Colegio Nacional , 1951.
Ancorajes . México, Tezontle, 1951.

Medalhões . México / Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1951.

O X na testa . México, Porrúa e Obregón, 1952. (México y lo Mexicano, 1).

Marginalia , Primeira série. 1946–1951. Mexico, Tezontle, 1952.

“Interpretação das Idades Hesiódicas.” México, Memória da Escola Nacional, 1951.

Memórias de cozinha e adega . México, Tezontle, 1953. Cabeças e vinhetas de Elvira Gascón; 2ª ed. com Minuta Ed. de Alba C. de Rojo e Carlos Haces. FCE, 1989. (cozinha Tezontle).

Trajetória de Goethe . Mexico, FCE, 1954. (Breviarios, 100).

Parental . México, o presente, 1954; 2ª ed., ampliado.

Parental : Primeiro livro de memórias. Mexico, Tezontle, 1958.

Marginalia , segunda série. México, Tezontle, 1954.

“Hipócrates e Asclépio.” Memória da Escola Nacional do México , 1954.

Apresentação da Grécia. “ México, Memoria de El Colegio Nacional , 1955.

A dança “ (na Grécia clássica). Havana, 1956. Diversos em homenagem a Dom Fernando Ortiz.

“Grécia no tempo e no espaço”. Memória da Escola Nacional do México , 1956.

A provocação que você vai ver (primeiro cent). Mexico, Tezontle, 1957.

Estudos Helênicos . México, The National School, 1957.

Filosofia helenística . Mexico, FCE, 1959. (Breviarios, 147).

Nossa linguagem . México, SEP, 1959.

Cartilha moral . México, INI, 1959: 2a. ed. 1962.

A provocação que você verá (segundo cent). México, Tezontle, 1959.

Marginalia , Terceira série. México, El Cerro de la Silla, 1959.

III. FICÇÃO

O plano oblíquo ( histórias e diálogos ). Madrid, Typography Europe, 1920.

O testemunho de Juan Peña . Rio de Janeiro, Villas Boas, 1930. Desenhos de Manuel Rodríguez Lozano.

A casa de críquete. México, Costa-Amic, 1945. Cartum de Alberto Beltrán. (Segunda, 5).

Verdade e mentiras . Prefácio de JM González de Mendoza. Madrid, Engavillar, 1950. (Cadinho).

Árvore da pólvora . México, 1953.

Quinze presenças . México, Obregón, 1955.

Os três tesouros . México, Tezontle, 1955; México, FCE, 1985.

V.- OBRAS PÓSTUMAS

Cross country . México, El Cerro de la Silla, 1960.

Os fãs da Grécia . México, The National School, 1960.

Para a bigorna (1944–1958). Mexico, Tezontle, 1960.

Amanhecer , segundo álbum de recortes. México, El Cerro de la Silla, 1960.

Os novos caminhos da linguística . México, UNAM, 1960.

O Polifemo sem lágrimas . Madrid, Aguilar, 1961; México, FCE, 1986.

Oração de 9 de fevereiro . Notícias breves [] de Gascón García Cantú. México, Era, 1963.

Literatura Epistolar , Seleção de Ricardo Baeza e Alfonso Reyes, Estudo Preliminar de Alfonso Reyes, Clássicos Jackson, XL, México, 1963; 2ª ed. 1966; 3o. ed. Biblioteca Universal, Conaculta-Ocean, México, 1999.

Anedota . Prefácio de Alicia Reyes. México, Era, 1968.

Diário (1911–1930). Prefácio de Alicia Reyes e nota do Dr. Alfonso Reyes Mota.
México, Universidade de Guanajuato, 1969.

Vida e ficção . Prefácio e edição de Ernesto Mejía Sánchez. México, FCE, 1970. Vinhetas de Elvira Gascón. (Letras Mexicanas, 100)

Contos , edição e prólogo de Alicia Reyes, Ocean, Mexico, 2001.

A missão diplomática . Compilação e prefácio de Víctor Díaz Arciniega, Ministério das Relações Exteriores / Fondo de Cultura Econômica, Tezontle, 2001, 2 vols.

V.- ARQUIVO ALFONSO REYES

Série A (relíquias)

(1) Berkeleyana (1941). México, 1953.

Série B (chips)

(1) Zombaria literária (1919–1922). México, 1947.

(2) Três letras e dois sonetos . México, 1954.

(3) Briznas , I, México, 1959.

Série C (Resíduos)

(1) Primer moral (1944), México, 1952.

(2) Resumo da literatura mexicana (séculos 16 a 19). México, 1957.

Série D (instrumentos)

(1) Introdução ao estudo econômico do Brasil . México, 1938.

(2) Imigração na França (1927). México, 1947.

(3) The American Constellation (1936). México, 1950.

(4) Da Antiguidade à Idade Média , México, 1954.

(5) Troy . México, 1954.

(6) Livros e livreiros na Antiguidade . México, 1955.

(7) O triângulo do Egeu . México, 1958.

(8) A jornada aqueu . México, 1958.

(9) Geógrafos do mundo antigo . México, 1959. Série E (Testemunhos)

(1) O serviço diplomático mexicano (1933). Buenos Aires, 1937.

(2) Conferência colombiano-peruana para a solução do incidente de Letícia (1933–1934). México, 1947.

(3) Momentos da Espanha . Memórias políticas: 1920–1923. México, 1947.

(4) Chronicle of France , I (janeiro a abril de 1925). México, 1947.

(5) Chronicle of France, II (abril a junho de 1925). México, 1952.

(6) Chronicle of France , III (julho a dezembro de 1925). México, 1955.

(7) Chronicle of France , IV (janeiro a junho de 1926). México, 1956.

(8) Chronicle of France , V (junho de 1926 a fevereiro de 1927). México, 1957.

Série F (Documentos)

(1) Manuel García Blanco, O escritor mexicano Alfonso Reyes y Unamuno. México, 1956.

VI.- PREFÁCIOS E EDIÇÕES COMENTÁRIAS

Memórias , Fray Servando Teresa de Mier. Madrid, American Publishing House, 1917.

Páginas selecionadas , Francisco de Quevedo. Madrid, Calleja, 1917.

Good Love Book , Juan Ruiz, Arcipreste de Hita. Madrid, Calleja, 1917.

Páginas selecionadas , Juan Ruiz de Alarcón. Madrid, Calleja, 1918.

Tratados , Baltasar Gracián. Madrid, Calleja, 1918.

Letra mexicana . Antologia da Fiesta de la Raza preparada por Luis G. Urbina e Alfonso Reyes. Madrid, Legação do México, 1919.

Teatro , I, Juan Ruiz de Alarcón. Madrid, The Reading, 1918; 2ª ed. 1923.

Poema cid . Madrid, Espasa-Calpe, 1919. Mais tarde reproduzido várias vezes: 1930–1938.

Os seios privilegiados , Juan Ruiz de Alarcón, Madrid, Calpe, 1919.

Teatro, Lope de Vega. Madrid, Calleja, 1919. (O texto não estava aos cuidados de AR)

As Aventuras de Pánfilo , Lope de Vega. Madrid, 1920.

Leituras : Ensaios. Seleção da AR Madrid, Instituto-Escuela de Segunda Enseñanza, 1920.

Obras completas , Amado Nervo. Madrid, New Library, 1920–1928, 29 vols.

Fábula de Polifemo e Galatea , Luis de Góngora. Madrid, Índice, 1923.

Se o homem pode voar artificialmente (1676), Antonio de Fuente la Peña. Rio de Janeiro, 1933. Gravuras de Marguerite Barciano.

Evolução política do povo mexicano , Justo Sierra. México, a Casa da Espanha, 1940.

Canções da Noite Serena , Luis G. Urbina. Prefácio de AR; “Lembrança de Urbina”. México, 1941.

Virgem Espanha , Waldo Frank. Nova York, 1942.

O lobo comeu Chapeuzinho Vermelho?, Antoniorrobles. México, 1942.

Reflexões sobre a história universal , J. Burckhardt. México, FCE, 1943.

Juan Ruiz de Alarcón: sua vida e obra , Antonio Castro Leal. México, 1943.

Poemas , Ángel Zárraga. México, 1944.

Um destino , Margos de Villanueva. México, 1945.

Ressurreição de Homero , Víctor Bérard. Tradução de A. Alamán. Prefácio de AR México, 1945.

Páginas selecionadas , Pedro Henríquez Ureña. Seleção de José Luis Martínez. Prefácio de AR México, SEP, 1946. (Biblioteca Enciclopédica Popular, 109)

Herança mexicana . Álbum de fotos, Hoyningen-Huene. Nova York, 1946.

A força cativa , JA Balseiro. Havana, 1946.

La guirlande espagnole (sonetos espanhóis traduzidos para o francês), Jean Camp. México, 1947.

Paralléles littéraires Franco-Russes , René Marchand, Precedido por uma carta em espanhol da AR México. 1949.

Obras , Luis Góngora. AR colaborou sob a direção de R. Foulché-Delbosc. Nova York / Paris, Biblioteca Hispânica, 1921, 3 vols.

As aventuras de Pánfilo . Contos de terror, Lope de Vega. México, “La Flecha” 1, 1957. Desenhos de B. Romero Calvet.

The Gossiping Honeycomb ou The Redemption of Rascals , Bernard Mandeville. Paráfrase livre de AR Mexico, “La Flecha” 2, 1957 (1958). Desenho de Paul Antragne.

O tratamento , Juan Luis Vives. México, “La Flecha” 3, 1960. Desenho de Elvira Gascón.

VII.- TRADUÇÕES

Quarto №6, A. Chekhov. Em colaboração com N. Tasin. Madrid, Calpe, 1919.

Ortodoxia , GK Chesterton. Madrid, Calleja, 1917.

Pequena História da Inglaterra , GK Chesterton. Prefácio de AR Madrid, Calleja, 1920.

A franqueza do Padre Brown , GK Chesterton. Madrid, Calleja, 1921.

O homem que foi quinta-feira , GK Chesterton. Prefácio de AR Madrid, Calleja, 1922.

O Direito Internacional do Futuro , Alejandro Álvarez. Do francês em colaboração com R. Blanco Fombona. Madrid, 1917.

Viagem sentimental pela França e Itália , L. Sterne. Madrid, Calpe, 1919.

Olalla , RL Stevenson. Madrid, Calpe, 1922.

Doutrinas e formas de organização política , GDH Cole. México. FCE, 1937 (várias reimpressões foram feitas).

“Chamado o refugiado”, Jules Romains. México, American Notebooks , abril de 1943.

Introdução ao estudo da Grécia , Alexander Petrie. México, FCE, 1948 (várias reimpressões foram feitas).

VIII.- TRABALHOS COMPLETOS DE ALFONSO REYES

(Fundo de Cultura Econômica)

Volume I Questões estéticas . Capítulos de literatura mexicana . Varia, 1995; 1ª reimp. 1976.

Volume II Visão de Anáhuac . A véspera da Espanha . Calendar , 1956; 1ª reimp. 1976.

Volume III O plano oblíquo . O caçador. O suicídio . Naqueles dias . Retratos reais e imaginários , 1956; 1ª reimp. 1980.

Volume IV Simpatia e diferenças . As duas maneiras . Sundial . Páginas adicionais , 1956; 1ª reimp. 1980.

Volume V História de um século . As tabelas de chumbo , 1957; 1ª reimp. 1980.

Capítulos de volume VI de literatura espanhola . De um autor censurado em “ Dom Quixote “. Páginas adicionais . 1957.

Volume VII Perguntas Gongorianas . Três alcances para Góngora . Varia. Entre livros. Páginas adicionais , 1958.

Volume VIII Trânsito de Amado Nervo . Em voz alta . A lápis . Trem de ondas . Varia , 1958.

Volume IX Norte e Sul . Os empregos e os dias . Historia natural das Laranjeiras , 1959.

Volume X Constância Poética , 1959.

Volume XI Última aula . Tentativas e orientações . Esse lugar não existe , 1960.

Volume XII Agradável companhia . Passado imediato . Cartas da Nova Espanha , 1960.

Volume XIII Críticas na Idade Ateniense . A velha retórica . Nota preliminar de Ernesto Mejía Sánchez, 1961.

Volume XIV A experiência literária . Três pontos de exegética literária , páginas adicionais . Nota preliminar de Ernesto Mejía Sánchez, 1962.

Volume XV A fronteira . Notas para a teoria literária , nota preliminar de Ernesto Mejía Sánchez, 1963; 1ª reimp. 1980.

Volume XVI religião grega . Mitologia grega . Nota preliminar de Ernesto Mejía Sánchez, 1964.

Volume XVII Os heróis . Shadow Board . Nota preliminar de Ernesto Mejía Sánchez, 1965.

Volume XVIII Estudos Helênicos . O triângulo do Egeu . A jornada aqueu . Geógrafos do mundo antigo . Algo mais sobre os historiadores alexandrinos . Nota preliminar de Ernesto Mejía Sánchez, 1966.

Volume XIX, os poemas homéricos. A Ilíada . Os fãs da Grécia . Estudo preliminar de Ernesto Mejía Sánchez, 1968.

Volume XX Rescoldo da Grécia . Filosofia helenística , Livros e livreiros da Antiguidade . Andrenio : perfis do homem . Cartilha moral . Estudo preliminar de Ernesto Mejía Sánchez, 1979.

Volume XXI Os sete sobre Deva . Âncoras . Sirtes . Para a bigorna . Cross country . Estudo preliminar de Ernesto Mejía Sánchez, 1981.

Volume XXII Marginalia , Primeira, segunda e terceira séries. A provocação que você verá , primeira, segunda e terceira séries. Introdução de José Luis Martínez, 1989.

Volume XXIII FICÇÕES: Quinze presenças . Vida e ficção . Insultos literários . Wisps . Árvore da pólvora . Os três tesouros . O vendedor de felicidade . Landrú (opereta). Ana , Eglola dos céus . O licencioso. Páginas adicionais . Introdução de José Luis Martínez, 1990.

Volume XXIV MEMÓRIAS: Oração de 9 de fevereiro . Memória para o corpo docente . Três cartas e dois sonetos . Berkeleyana . Quando pensei que iria morrer . História documental dos meus livros . Parental . Amanhecer . Introdução de José Luis Martínez, 1990.

Volume XXV Culto de Mallarmé, O polifemo sem lágrimas . Memórias de cozinha e adega . Resumo da literatura mexicana . Estudos lingüísticos . Dante e a ciência de seu tempo . Introdução de José Luis Martínez, 1992.

Volume XXVI Vida de Goethe . Trajetória de Goethe . Scholia Goetheana . Teoria da sanção . Introdução de José Luis Martínez, 1992.

IX.- EPISTOLÁRIOS
“A letter from AR”, La Nueva Democracia , New York, XXIX, julho de 1949, p. 15.
González Martínez, Enrique, “Correspondência com AR”, Ábside , 1953–1954, XVII, 3 — XVIII, 4.

“José Enrique Rodó e AR”; Agón , Montevidéu, I, 2, julho de 1954, pp. 6–7. Também em JER, Complete Works , ED. por E. Rodríguez Monegal, Madrid, Aguilar, 1957, pp. 1379–1383.

Unamuno, Miguel de, “O escritor mexicano AR y Unamuno”, Hispano American Notebooks , Madrid, 25:17 (novembro de 1995, pp. 155–179). E no AR Archive, série F, Documentos I, 1956.

Fulché-Delbosc, Raymond, “Correspondence with AR”, Apse , 1995–1957, nos. XIX, -XXI, 4.

Nervo, Amado, “Letters to AR, 1914–1918”, Obras completas , 2ª. ed., Madrid, Aguilar, 1956.t. II, pp. 1195–1204.

“Carta [de AR] ao ator Ricardo Fuentes de 12 de março de 1957”, Impacto , México, 17 de dezembro de 1959.

“A letter from AR”, University Life , Monterrey, VIII, 460, 13 de janeiro de 1960, p. 12

“Uma carta póstuma de AR”, The New Democracy , New York, XI-2, abril de 1960, pp. 40–41.

Jiménez, Juan Ramón, “Carta para AR”, Cadernos de Juan Ramón Jiménez , Madrid, Taurus, 1960.

Borges, Jorge Luis, “Correspondance avec Alfonso Reyes” (Trad. Laure Bataillon), Jorge Luis Borge s, Paris, L’Herne , 1964, pp. 55–57.

González de Mendoza, JM, “Cartas de escritores. Alfonso Reyes”, Notícias / México na Cultura , 5 de julho de 1964, pp. 1, 3, 6.

Aponte, Bárbara Bockus, The Spanish Friendships of Alfonso Reyes , Dissertação de Doutorado, Austin, Texas, EUA, University of Texas, 1964, 643 pp. (O apêndice reproduz cartas de AR com Azorín, R. Menéndez Pidal, Juan Ramón Jiménez, R. Gómez de la Serna, Ramón María del Valle Inclán, J. Ortega y Gasset e E. Díez-Canedo).

“Cartas a Ermilo Abreu Gómez” (por G. Estrada, A. Reyes OG Barreda, etc.) A Palavra e o Homem , Xalapa, Ver., 43, julho-setembro de 1967, pp. 445–452.

Capistrán, Miguel, “México, Alfonso Reyes e os contemporâneos”, Universidade do México , XXI, 9 de maio de 1967.

“Cinco cartas não publicadas”, Excelsior, México, Suplemento Diorama de la Cultura , 21 de maio de 1964, pp. 3 e 5 (Carta de AR a Carlos Fuentes sobre seu romance A região mais transparente ).

“Carta” (para Fedro Guillén), EL libro y el Pueblo , 42, México, julho de 1968, pp. 21–22.

“Correspondence of AR”, apresentada por Alicia Reyes, “Tikis”, Nivel , México, 2. Época, 76, abril de 1969, pp. 12–47. (Seleção da correspondência com Azorín, MA Asturias, R. Menéndez Pidal, RM Del Valle Inclán, J. Ortega y Gasset, E. Díez Canedo, J. Vasconcelos, Válery Larbaud, JR Jiménez, M. de Unamuno. R. Foulché- Delbosc e A. Alonso.)

Azuela, Mariano “Correspondence of AR”, in Epistolario y archivos , México, UNAM, 1969, pp. 29–32.

Correspondência 1923–1952, Válery Labrad / Alfonso Reyes. Avant-propos de Marcel Bataillon. Introdução e notas de Paulette Patout, Paris, Librairie Marcel Cordier, 1972.

Epistolar Alfonso Reyes / José María Chacón , Zenaida Gutiérrez Vega. Madrid, Fundação da Universidade Espanhola, 1976.

Escritos oubliés-Correspondência José vasconcelos / Alfonso Reyes , Claude Fell. México, IFAL, 1976.

“Epistolario Julio Torri / Alfonso Reyes”, in Julio Torri, Diálogo dos livros . Compilador Serge I. Zaïtzeff. México, FCE, 1980.

Epistolar Íntimo (1906–1946), Pedro Henríquez Ureña e Alfonso Reyes. Prólogo e compilação de Juan Jacobo de Lara. Santo Domingo, UNPHU, 1981–1983, 3 vols.

Elenco de cartas ( correspondência 1927–1959), Alfonso Reyes / Victoria Ocampo. Edição e apresentação de Héctor Perea. México, UAM, 1983.

Correspondência , I, (1907–1914), Alfonso Reyes / Pedro Henríquez Ureña. Edição de José Luis Martínez. México, FCE, 1986. (Biblioteca Americana).

As cartas madrilenhas de Alfonso Reyes para Julio Torri , Serge I. Zaïtzeff. Separata da Revista Ibero-americana, nos. 135–136, abril-setembro de 1986.

Mensagens entre Alfonso Reyes e Antonio Castro Leal , Serge I. Zaïtzeff. México, The National School, 1987.

Cartas de Madrid . Homenagem a Alfonso Reyes , Fernando Curiel. Madrid, The Two Shores, 1989.

“Alfonso Reyes, correspondência não publicada com quatro escritores tabasco” (Carlos Pellier, José Gorostiza, Andrés Iduarte e Celestino Gorostiza), Preliminar por Adolfo Caicedo, Cultura do Sul , Programa Cultural das Fronteiras, Conaculta, México, 2, julho-agosto de 1989, pp. 4–11.

Reyes, Alfonso, Cartas a Havana , Epistolar de Alfonso Reyes com Max Henríquez Ureña, José Antonio Ramos e Jorge Mañach, Compilação, transcrição, prólogo e notas de Alejandro González Acosta, Nova Biblioteca Mexicana 102, Universidade Nacional Autônoma do México, 1989.

Tan de tú, Epistolario de Gabriela Mistral com Alfonso Reyes, Luis Vargas Saavedra, Leituras selecionadas, Hachette, Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago, 1990.

Inédito . Retorno a Itaca. Alfonso Reyes Antonio Solalinde”, nota de Antonio Saborit. (Após onze anos de ausência, AR voltou ao México em 1924 e escreveu a seu velho amigo Solalinde), Lectura, Revista de Libros de El Nacional, 63, junho de 1990, pp. 23

Guzmán / Reyes, meias palavras . Correspondência 1913–1959, Edição, prólogo (epistolar), notas e apêndice documental Fernando Curiel, New Mexican Library 104, National Autonomous University of Mexico, 1991.

Quintero, Jesús, Introdução e notas, “Correspondência AR- Enrique Díez-Canedo”, sábado / Unomásuno , 701, 9 de março de 1991.

Com uma franqueza leal . Correspondência entre Alfonso Reyes e Genaro Estrada , Compilação e notas de Serge I. Zaïtzeff, El Colegio Nacional, I, 1916–1927, 1992: II, 1927–1930, 1993 e III, 1930–1937, 1994.

Quase comércios . Cartas cruzadas entre Jaime Torres Bodet e Alfonso Reyes , Edição de Fernando Curiel, Alicia Reyes Epílogo, El Colegio de México, El Colegio Nacional, México, 1994.

Alfonsadas . Correspondência entre Alfonso Reyes e Rafael Cabrera, 1911–1938.
Compilação e notas de Serge I. Zaïtzeff, El Colegio Nacional, México, 1994.

Zaïtzeff, SergeI., Xavier Icaza e seus contemporâneos. Epistolarios (contém 22 cartas de AR e XI), coleção UV Rescate, Universidad Veracruzana, xalapa, 1995.

Amizade na dor, Correspondência entre José Vasconcelos e Alfonso Reyes, 1916–1959; Compilação e notas de Claude Fell, El Colegio Nacional, México, 1995.

Pellicer, Carlos / Alfonso Reyes, Correspondência 1925–1959, Edição de Serge I. Zaïtzeff, Edição de El Equilibrista, Conselho Nacional para a Cultura e as Artes, México, 1997.

Algo da experiência americana. Correspondência entre Alfonso Reyes e Germán Arciniegas, Serge I. Zaïtzeff (compilador), El Colegio Nacional, México, 1998.

Correspondência Alfonso Reyes / Octavio Paz (1939–1959), Edição de Anthony Stanton / Fundação Octavio Paz, Fondo de Cultura Económica, México, 1998.

Fronteiras conquistadas. Correspondência Alfonso Reyes / Silvio Zavala, 1937–1958,
Compilação, introdução e notas de Alberto Enríquez Perea, Coleção de Testemunhos 3, El Colegio de México, 1998.

Itinerário filosófico. Correspondência José Gaos / Alfonso Reyes 1939/1959, e texto de José Gaos sobre Alfonso Reyes, 1942–1968, Compilação, introdução e notas de Alberto Enríquez Perea, Apresentação de Andrés Lira, Coleção de testemunhos 4, El Colegio de México, 1999.

Cortesia do Norte. Correspondência Alfonso Reyes e Artemio de Valle- Arizpe , Serge I. Zaïtzeff (compilador), El Colegio Nacional, 1999.

“Carta de Alfonso Reyes a Antonio Caso”, Las Letras Libres , 7, México, julho de 1999, pp. 22–23 (junto com uma carta de Martín Luis Guzmán a Antonio Caso).

Testemunho de amizade. Correspondência Alfonso Reyes / Daniel Cosío Villegas (1922–1958) , compilação e notas de Alberto Enríquez Perea, Apresentação de Javier Garciadiego, Coleção 6 de depoimentos, El Colegio de México, 1999.

Odisseu sem descanso, Mariano Picón Salas e Alf onso Reyes (correspondência 1927–1959), Compilador Gregory Zambrano, Fundação Casa de las Letras “Mariano Picón Salas”, Conselho Nacional de Cultura, Mérida, Venezuela, 2001.

Inteligência espanhola no México. Correspondência Alfonso Reyes / Gustavo Baz (1938–1958), Compilação, apresentação e notas de Alberto Enríquez Perea, Fundação Histórica Tavera, El Colegio de México, Documentos Tavera, Madrid, 2001.

Espanha na memória e na esperança, Alfonso Reyes / Antonio Rodríguez Luna, correspondência 1940–1941, compilação e notas de Alberto Enríquez Perea, Biblioteca de textos recuperados, 1, Córdoba, 2001.

Gry for help, Correspondence Alfonso Reyes and Juana de Ibarbourou [1928–1959], Serge I. Zaïtzeff (compilador), El Colegio Nacional, Mexico, 2001.

X.- ANTOLOGIAS

Histórias e ensaios de dois ou três mundos . Seleção e prólogo de Antonio Castro Leal. México, Letras de México, 1944.

Antologia, Prosa / Teatro / Poesia. Aviso e seleção de Alí Chumacero. México, FCE, 1963; 2ª ed. 1965; 3a. ed. 1974.

Alfonso Reyes Anthology . Seleção e prólogo de José Luis Martínez, México, SEP / B. Costa-Amic, 1965, (Pensamento da América, Segunda série, vol. I).

Universidade, política e pessoas . Nota preliminar, seleção e notas de José Emilio Pacheco. México, UNAM, 1967.

Prosa e poesia. Edição de James Willis Robb. Madrid, Ediciones Cátedra, 1975.

Páginas selecionadas . Seleção e prólogo de Ricardo Ripaldo, Havana, Casa de las Américas, 1978. (Literatura Latino-americana, 86).

Alfonso Reyes Anthology . Introdução e seleção de Ernesto Mejía Sánchez. Breve biografia de Alicia Reyes. México, Promexa Editores, 1979.

Textos . Uma antologia geral. Introdução, seleção e notas de José Luis Martínez. México, SEP / UNAM, 1981.

Antologia geral . Edição de José Luis Martínez. Madrid, Alianza Editorial, 1986 (nova edição da anterior).

Cartilha moral . O X na testa. Nossa linguagem. México, Associação Nacional de Livreiros, 1982.

Material de leitura. Seleção e nota introdutória de Beatriz Espejo. México, Coordenação de Difusão Cultural, UNAM, 1998. (A história contemporânea, 55)

Alfonso Reyes e a educação . Prólogo e seleção de Claudia Reyes Trigos. México, SEP, 1987 (Biblioteca Pedagógica).

Teatro completo de Alfonso Reyes . Monterrey, Nuevo León, 1989.

Vocação da América (Antologia) de Alfonso Reyes, prólogo e seleção de Víctor Díaz Arciniega, “A imagem da América na AR” de Rafael Gutiérrez Girardot, México, FCE, 1989.

Alfonso Reyes, Grécia, Monterrey, Río de Enero , Antologia Ramón Xirau, El Colegio Nacional, México, 1989.

Último Tule e outros ensaios, Seleção e prólogo: Rafael Gutiérrez Girardot, Cronologia: Ana María Erdit e RGG, Bibliografia: James Willis Robb e RGG, Biblioteca Ayacucho, 163, Caracas, Venezuela, 1991.

Uma imensa janela, Antologia Poética de Alfonso Reyes , Prólogo de Octavio Paz, Seleção e coda de Gerardo Deniz, Vuelta, El Gabinete Literario, México, 1993.

Alfonso Reyes, Pegue o dia, Antologia Temática , Alfonso Rangel Guerra (Seleção, Prólogo e notas), El Colegio Nacional, México, 1997, 2 vols.

XI.- TRIBUTOS

“Our Alfonso Reyes. A Symposium”, in Books Abroad , An International Literary Quarterly. University of Oklahoma Press, primavera de 1945.

Encontro com Alfonso Reyes , Juan Ramón Jiménez e Rafael Heliodoro Valle, Germán Arciniegas, Julio Jiménez Rueda. Alcance №24, t. III de Huytlale, Tlaxcala, 1955.

Páginas sobre Alfonso Reyes , Alfonso Rangel Guerra e José Ángel Rendón. Monterrey, Nuevo León, Universidade de Nuevo León, 1995 e 1997. 2 vols.

O Colégio Nacional de Alfonso Reyes (um de seus membros fundadores) em seu quinquagésimo aniversário como escritor . México, The National College, 1956.

Livro do Jubileu de Alfonso Reyes. Introdução de Jaime García Terrés. México, Direcção de Difusão Cultural, UNAM, 1956.

Hommage a Alfonso Reyes, Jules Romains, Marc Blancpain, Henri Dumazeau, Jean Sarrailh, Marcel Bataillon, Jean Camp, Jean Cassou, M. Etiemble, M. Aubrun, To Aymard. Paris, Imprimerie A. Coeslant-Cahors, 1959.

Caderno de homenagem aos sessenta anos de Alfonso Reyes. México, FCE, maio de 1949.

Presença de Alfonso Reyes . Homenagem no 10º aniversário da sua morte (1959–1969). México, FCE, 1969.

Alfonso Reyes. Tributo Nacional . México, INI, 1981.

“Centennial of Alfonso Reyes. 1889–1989”, New Journal of Hispanic Fitology. México, El Colegio de México, 1989, volume XXXVII, no. 2

Alfonso Reyes . Julio Torri, 100 anos”, em Tierra Adentro, n. 46. ​​México, janeiro — junho de 1989.
“Homenagem a Alfonso Reyes. Sua vida e obra vistas pelos novos leonenses”, em Cultura do Norte, ano 2, no. 8. México, maio de 1989.

Rumbos de Reyes “, em La Gaceta del Fondo de Cultura Económica . México, abril de 1989.

“Para o álbum de Alfonso Reyes. 1889–1989”, na Universidad de México , no., 460. México, maio de 1989.

“Mundos de Alfonso Reyes”, na Vuelta , no. 154. México, setembro de 1989.

“Alfonso Reyes (1889–1959)”, em Cadernos Hispano-Americanos. Los Complementarios , 4. Madrid, outubro de 1989.

Saudação do Peru a Alfonso Reyes , Embaixada do México no Peru, Lima, 1989, contém textos de 33 escritores peruanos e cartas dos seguintes quatorze: Francisco García Calderón, (Rosa Amalia, esposa de FGC), José de la Riva Agüero, Luis Fernán Cisneros, Ventura García Calderón, Luis Alberto Sánchez, Jorge Basadre, Estuardo Núñez, Emilio Adolfo Westphalen (para Xavier Icaza e Genaro Estrada apresentando-os ao MDE), Luis F. Xammar, José Durand, José Carlos Mariátegui, Víctor Andrés Belaúnde, José A. Hernández.

Palavras para Alfonso Reyes. Carlos Salinas de Gortari, José Luis Martínez, Ramón Xirau, Alfonso Rangel Guerra. Monterrey, Nuevo León, 1989.

Cartas de Madrid. Homenagem a Alfonso Reyes, Fernando Curiel, Preliminar de Manuel Andújar, Madrid, Las Dos Orillas, 2, 1989.

A conspiração da Cucaña. Homenagem teatral a Alfonso Reyes, Companhia Nacional de Teatro, Texto de Alfonso de María y Campos, Música original de Luis Rivero, Teatro El Galeón, México, verão 1989.

Imagens atuais da Visão de Anáhuac . Imagens poéticas de Alfonso Reyes cem anos depois, ante-sala de Ivonne Saed, Museu Mural de Diego Rivera, Balderas e Alameda Central, de 16 de novembro a 15 de janeiro de 1990.

Alfonso Reyes em Madrid, Testemunhos e Homenagem, Edição e notas de Alfonso Rangel Guerra, Fundo Editorial Nuevo León, Ancorajes, Monterrey, 1991.

XII. LIVROS SOBRE ALFONSO REYES

Garrido, Luis, Alfonso Reyes . México, University Press, 1954.

Düring, Ingemar, Alfonso Reyes Helenista . Madrid, Insula, 1955.

Gutiérrez Girardot, Rafael, A imagem da América em Alfonso Reyes . Madrid, Insula, 1955.

Catálogo de índices dos livros de Alfonso Reyes. “Propósito” de Alfonso Rangel Guerra. Monterrey, Nuevo León, Universidade de Nuevo León, 1955. (Biblioteca da Universidade).

Olguín, Manuel, ensaísta de Alfonso Reyes . Vida e pensamento . México, Ediciones de Andrea, 1956. (Studium, II).

Robb, James Willis, O estilo de Alfonso Reyes (imagem e estrutura) . México, FCE, 1965; 2ª ed. 1978. (Língua e Estudos Literários)

Bockus Aponte, Bárbara, Alfonso Reyes e Espanha . Diálogo com Unamuno, Valle- Inclán, Ortega y Gasset, Jiménez e Gómez de la Serna . Austin / London, University of Texas, 1972.

Meléndez, Concha, Poesia moradias em Alfonso Reyes. San Juan de Puerto Rico, Editorial Cordillera, 1973.

Robb, James Willis, repertório bibliográfico de Alfonso Reyes . México, UNAM, 1974.

Robb, James Willis, Estudos sobre Alfonso Reyes . Bogotá, Edições El Dorado, 1976.

Reyes, Alicia, Genio e figura de Alfonso Reyes . Buenos Aires, Universidade Editorial de Buenos Aires, 1977; Monterrey, Nuevo León, Producciones Al Voleo-Troquel, 1989.

Patout, Paulette, Alfonso Reyes et la France . Paris ,, Klincksieck, 1978. Tradução para o espanhol de Isabel Vericat, El Colegio de México / Governo do Estado de Nuevo León, 1990, com prefácio de Alfonso Rangel Guerra.

Zavala, Juan Roberto, A história de Alfonso Reyes. Monterrey, Nuevo León, Universidade Autônoma de Nuevo León., 1978.

Patout, Paulette, “L’amitié Jules Romains — Alfonso Reyes”, Bulletin des amis de Jules Romains , Publie par L’Université de Saint-Etienne, 17 de outubro de 1979, pp. 6–24.

Castañón, Adolfo, Alfonso Reyes , cavaleiro da voz errante . Mexico, Joan Boldo i Climente Editores, 1998.

Perea, Héctor, A carícia das formas. (Alfonso Reyes e cinema) UAM, Diretoria de Difusão Cultural, México, 1998

Alfonso Reyes em caricatura , Instituto de Pesquisa Bibliográfica, “Apresentação” de María del Carmen Castañeda e Luis Mario Schneider, “Alfonso Reyes: as ocorrências de um rosto”, México, 1989.

Rangel Guerra, Alfonso, As ideias literárias de Alfonso Reyes. México, The College of Mexico, 1989.

Iconografia de Alfonso Reyes Pesquisa iconográfica e documental e seleção de textos: Xavier Guzmán Urbiola, Héctor Perea e Alba C. de Rojo. México, FCE / El Colegio Nacional / El Colegio de México, 1989.

Tapia Méndez, Aureliano, Alfonso Reyes antes de Deus e antes da morte . Monterrey Nuevo León, Al Voleo / El die, 1989.

Díaz Arciniega, Víctor (compilador), Voices for a portrait . Ensaios sobre Alfonso Reyes. México, UAM / FCE, 1990.

Pedraza Salinas, Jorge, Para Alfonso Reyes. Dedicatórias . Monterrey, Nuevo León, 1990.

Perea, Héctor (compilador), Espanha na obra de Alfonso Reyes . México, FCE, 1990.
(Tezontle)

Rangel Guerra, Alfonso, Alfonso Reyes em três vezes. Monterrey Nuevo León, 1991. (Cuadernos del Archivo, 58).

Alfonso Reyes em Madrid. Testemunhos e homenagens. Edição e notas de Alfonso Rangel Guerra. Monterrey Nuevo León, Fundo Nuevo León, 1991.

Martínez, José Luis, Guia de navegação de Alfonso Reyes . Faculdade de Filosofia e Letras, UNAM, México, 1992.

Curiel, Fernando, O céu não abre, Perfil documental de Alfonso Reyes, UNAM, El Colegio Nacional, México, 1995.

Alfonso Reyes e o grito da Espanha em Buenos Aires, Alberto Enríquez Perea, compilador, El Colegio de México, Ministério das Relações Exteriores, 1998.

Alfonso Reyes na Argentina , Coordenador Eduardo Robledo Rincón, Eudeba, Embaixada do México, Buenos Aires, 1998. (Contém: palestras, discursos, mensagens, vinhetas, poemas, etc. de RA proferidas na Argentina, e o que escreveram ou disseram sobre ele os argentinos, especialmente as cartas, mensagens ou poemas de Jorge Luis Borges, completos.)

Ellison Fred. P., Alfonso Reyes y el Brasil ( Um mexicano entre os cariocas ), FCE Translation, citações em português e francês, Regina Crespo e Rodolfo Mata, Stamp Bermejo, Conaculta, Mexico, 2000.

Martínez Carrizales Leonardo, O sal dos enfermos, queda e convalescença de Alfonso Reyes , Paris, 1913–1914, Prêmio do Concurso Nacional Alfonso Reyes, Universidade Autônoma de Nuevo León, Conselho para a cultura de Nuevo León, Monterrey, 2001.

XIII.- DISCOS

Cruel Ifigenia . Gravação e texto. México, UNAM, 1960. (Live Voice of Mexico).

Visão de Anahuac . Gravação e texto. México, UNAM, 1960; 2ª ed. 1989. (Live Voice of Mexico).

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Ihering Guedes Alcoforado

Professor do Departamento de Economia da Universidade Federal da Bahia.